Estudio de la New School for Social
Research de Nueva York muestra que aun periodos cortos de lectura
fortalecen la inteligencia emocional que nos permite comprender mejor
a otras personas, especialmente cuando se lee a grandes autores que
exploraron los abismos de la naturaleza humana.
DostoevskyLos grandes escritores y
escritoras tienen fama de entender con asombrosa y a veces dolorosa
claridad las contradicciones más íntimas de la naturaleza humana.
No son pocas las obras y los autores que nos descubren y nos detallan
situaciones que en ocasiones creemos casi inexplicables, aun o sobre
todo cuando nos suceden a nosotros mismos: los celos, el desengaño
amoroso, la felicidad improbable, la pasión desenfrenada, el miedo a
vivir, etc. Lo interesante es que entender o siquiera tratar de
entender estas circunstancias redunda en un mejor conocimiento de
nosotros mismos pero también de los otros. Si entendemos nuestro
miedo es posible que seamos más clementes con el miedo de los demás,
por ejemplo.
En días pasados la prestigiosa revista
académica Science publicó los resultados de un estudio en el que
investigadores de la New School for Social Research de Nueva York se
preguntaron por el efecto que la lectura de ficción tiene sobre
aptitudes como la empatía, la percepción del entorno social y la
llamada “inteligencia emocional”.
Cabe resaltar que en la investigación
se opuso la literatura de ficción a otras clasificaciones como la
ficción popular o los textos que en el ámbito anglosajón se
conocen como de “no-ficción”. De acuerdo con Emanuele Castano y
David Comer Kidd, los investigadores responsables, esto se debe a que
la ficción literaria estimula la imaginación, dejando abierta la
puerta para que los lectores hagan sus propias inferencias sobre las
particularidades de cada personaje, las sutilezas y la complejidad de
sus emociones.
En el estudio participaron personas de
entre 18 y 75 años, quienes recibieron 2 o 3 dólares por leer
algunos minutos obras de Don DeLillo o Wendell Berry o, por otro
lado, un best-seller de Gillian Flynn o un cuento de ciencia ficción
de Robert Heinlein. Después de esto, los voluntarios respondieron un
cuestionario diseñado para evaluar su capacidad para decodificar las
emociones de otros o predecir las expectativas de una persona en
situaciones determinadas. Una prueba, por ejemplo, consistió en
mirar 36 fotografías de ojos de personas y elegir cuatro adjetivos
que caracterizan cada una de esas miradas.
Los resultados obtenidos mostraron que
los lectores de ficción pudieron identificar mejor las emociones de
los otros, incluso en los casos en que no encontraron particularmente
agradable aquello que habían leído. Asimismo, destaca que este
efecto pudo notarse aun con el poco tiempo de lectura otorgado.
David Comer Kidd justifica el contraste
entre literatura de ficción y literatura popular en razón de la
apertura que caracteriza a la primera. Mientras que en la literatura
de best-sellers el autor “tiene el control y el lector tiene un rol
más pasivo”, en la de ficción, como en Dostievski, “no hay una
voz única, general, del autor: cada personaje presenta una versión
diferente de la realidad que no son necesariamente fiables; tienes
que participar como lector en esta dialéctica, lo cual es algo que
realmente tienes que hacer en la vida real”.
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