¿Eres de las personas que frecuentemente se juzgan con dureza a sí mismas y se rechazan? Pues entonces, sin tener que recurrir a ningún tipo de adivinación, estoy casi seguro de que te estás provocando un enorme dolor. Y que para evitar agravar ese dolor evitas todo lo que pueda provocar el rechazo de ti mismo.
¿Eres de las personas que frecuentemente se juzgan con dureza a sí mismas y se rechazan? Pues entonces, sin tener que recurrir a ningún tipo de adivinación, estoy casi seguro de que te estás provocando un enorme dolor. Y que para evitar agravar ese dolor evitas todo lo que pueda provocar el rechazo de ti mismo.
Y de esa manera limitas lo que te abres a los demás, y no pides ayuda cuando la necesitas, ni te enfrentas contundentemente a los problemas, y procuras no exponerte a las críticas de los demás, ni enfrentarte a situaciones nuevas por miedo a fracasar. Y otras muchas cosas que van limitando tu vida. ¿Crees que mis suposiciones son acertadas?
Eso sí, la forma en que te percibes y juzgas puede cambiar. Sólo son ideas. Son como los muebles de una casa. Se pueden cambiar sin que eso afecte al valor de la casa. Tus pensamientos y emociones son el mobiliario de tu casa. Y pueden ser más o menos adecuados. Pero no dicen nada sobre la casa en sí. Y tú eres la casa.
Cuando acompaño a alguien que me pide ayuda en este apasionante trabajo de “interiorismo” suelo proponer empezar por ponerle un nombre a esa parte de nosotros mismos que le encanta hacer de juez. Lo convertimos en un personaje (“El inquisidor”, “la voz crítica”, “el perro ladrador” etc.) y luego nos dedicamos a aprender qué tipo de recursos utiliza para hacer su labor “desmoralizadora”. Luego intentamos averiguar cuáles pueden ser las funciones que desempeña esa voz crítica (para algo ha servido cuando ha estado ahí durante tanto tiempo). Por supuesto, las necesidades que ha satisfecho esa parte de nosotros pueden ser colmadas de una manera más sana.
Entre los recursos favoritos que suele utilizar esa voz crítica está el de distorsionar ciertos pensamientos. Como si colocara ante nosotros unos cuantos espejos de esos que convierten en grotesca nuestra imagen. Así que buscaremos la manera de sustituir todos eso espejos por uno que refleje lo que somos de manera más alentadora.
También practicaremos a “dejar pasar” todos esos pensamientos críticos con elegancia y habilidad. Nos sentaremos juntos a la orilla del río y veremos cómo pasa el agua arrastrando consigo todo tipo de pensamientos, emociones, recuerdos, sensaciones…
Y le daremos ocasión, una y otra vez, a la voz sana para que se exprese, para que nos diga las cosas que le gustan, las cosas que se le dan bien, las dotes que tiene, lo que valora, lo que anhela, a lo que aspira. Y eso será nuestra estrella polar mientras caminemos juntos. Y aunque esa voz juzgadora ladre como un perro furioso, seguiremos avanzando hacia lo que tú consideres valioso en tu vida.
Y al final, si conseguimos no perdernos por el camino, llegaremos a esa “Ciudad Esmeralda” que es la autoaceptación.
Autor del post:
joseavelinogp@gmail.com (José Avelino García Prieto)
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