Michael Laitman es Fundador y Presidente del Bnei Baruj Kabbalah Education & Research Institute, institución dedicada a la enseñanza y la difusión de la sabiduría de la Cabalá. Profesor de Ontología, doctor en Filosofía y Cabalá, con el grado de Maestría en Biocibernética. Padre de tres hijos y abuelo de tres nietos. Cuando era un estudiante le impresionaba la forma en que las células orgánicas sostienen la vida. Le llenaba de admiración el comprobar que las células se integran armoniosamente en el resto del organismo.
Al estudiar la estructura de las células y sus funciones, es natural preguntarse acerca del propósito de su existencia, del porqué de su función con respecto al resto del organismo. Pero según revela Laitman, él nunca pudo hallar la respuesta a la pregunta de cuál es el propósito de la existencia del cuerpo entero. Lo que si pudo entender y explicar de forma clara y excelente es cómo la vida es un juego de equilibrios en donde, todo lo que existe en la Naturaleza pertenece a Tod@s…
“El equilibrio en la Naturaleza significa que todos son iguales y todo les pertenece a todos, incluyendo la tierra y todo lo que contiene (como petróleo, gas, minerales, agua, etc.). El equilibrio es cuando todos tienen una actitud igual hacia el consumo de los recursos de la Naturaleza.
Es necesario mantener este equilibrio cuando se consume los recursos de la Naturaleza: cada persona debe recibir sólo las cosas que necesita para llevar una vida normal. Adicionalmente, la gente no debe producir algo que no sea indispensable para la existencia de sus cuerpos animados. Cualquier exceso es perjudicial y contrario a la ley de equilibrio de la Naturaleza.
Entre la gente, la ley de equilibrio se expresa apropiadamente cuando cada persona recibe dependiendo de sus necesidades esenciales. Esto significa que nadie tiene más que los demás y cada persona recibe de acuerdo a sus necesidades naturales. Y no somos iguales en este aspecto, puesto que cada persona tiene diferentes atributos y necesidades innatas.
La Naturaleza, o el Creador, nos creó diferentes con un propósito: para que seamos sensibles a las necesidades, deseos y pensamientos de los demás; con el fin de que desarrollemos un deseo de sentir las almas de los otros, sentir su esencia interior y sus deseos.
Por lo tanto, si usted desea poder distribuir los recursos equitativamente a todos, tendrá que ser sensible a las personas que lo rodean de la misma forma que usted es sensible consigo mismo. Únicamente entonces podremos ser como células de un solo organismo.”
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