PSICOLAX

"Cuando sabes verdaderamente quien eres, vives en una vibrante y permanente sensación de paz. Puedes llamarla alegría, porque la alegría es eso: una paz vibrante de vida."

Eckhart Tolle

Tuesday, June 27, 2017

Funcionamos al revés…


Entendemos las cosas de su contrario.
Cuando queremos algo, hacemos del todo para boicotearnos con una oleada de ‘Y SI’… – y si va mal, y si pasa esto y lo otro, y si no seré capaz, y si fracaso y un largo etc. Estos pensamientos nos cargan de temores, nos bloquean y, si va bien, si es que al final nos decidimos a hacer algo, lo cierto es que ralentizan y entorpecen la acción.
El miedo se vence con la acción. Cuanto más tardes actúes, más miedo y más posibilidades de dejarlo en lugar que de intentarlo.
Compramos coches que van a 300 km por hora y nos matamos en las carreteras, quizás porque también mientras le damos al acelerador estamos hablando por teléfono, nos estamos preparando un porro o disfrutamos del alcohol que hemos bebido hace un rato porque nos daba la gana desviar el cerebro de cualquier pensamiento. Luego lloramos por lo que perdemos, sufrimos y hacemos sufrir como consecuencias de nuestros propios actos, de nuestras decisiones. Y hacemos campañas de sensibilización para no pisar fuerte el acelerador, para no beber si tenemos que conducir.
Producimos cigarros que nos quitan la vida y escribimos en los paquetes que el tabaco mata. ¿Pero… en serio?
Nos damos cuenta de cuánto amamos a una persona después de no tenerla en nuestra vida.
Acusamos de corruptos políticos que seguimos votando o a lo mejor les pedimos favores porque no hay trabajo, lya sabes, la crisis… Y cuando finalmente nos llega una oferta, pues o nos pagan poco o está demasiado lejos o bien se trabaja los fines de semana. Así que nada, pues es que no hay trabajo y no se puede llegar a fin de mes. El País va fatal, ¿verdad?
Practicamos deportes no para cuidar de nuestra salud ni mucho menos para disfrutarlo de verdad, sino que para quemar los excesos de comidas y cenas, almuerzos, meriendas y más y más; y por haber tragado cantidades de comida – a menudo para nada saludable – que nuestro cuerpo no necesita ni puede procesar, en lugar de simplemente alimentarnos. Y si no es por esto, lo hacemos para moldear nuestro cuerpo tal y como la sociedad exige en el vanaglorioso intento de ser aceptados. O bien pagamos, nos endeudamos, para que nos quiten la grasa quirúrgicamente.
Echamos de menos lo que no podemos tener o, más absurdo aún, lo que nunca hemos tenido, cultivando la amargura.
Necesitamos vivir en el dolor para entender qué es la felicidad y luego añorar que vuelva a nosotros como si fuese una casualidad con la que uno se encuentra. Los culpables son los demás. El problema viene de fuera. Está fuera de nosotros. Y lo peor, hacemos que nuestros hijos hereden nuestras formas de ser y de vivir. Ellos, una esponja, un lienzo en blanco en que vamos pintando nuestras creencias y trasladamos nuestros limites – quiero que seas esto o lo otro, que hagas lo que yo no he podido hacer, eres como yo o como tu abuelo o como tu tio etc. -. Se nos pasa por completo que los hijos son seres únicos que tienen el sagrado derecho de vivir su vida, una vida nueva que no tiene porque ser el resultado de lo que como padres no hemos podido vivir ni su exacta replica!
Cuesta mucho invertir el sentido de la marcha, ir recuperando nuestra identidad interior, ver realmente quienes somos y que queremos. Cuesta mucho sanarnos.
Si ya lo ves, para e intenta encontrar tu forma para cambiar el sentido de la marcha.
Sé honest@ y date la posibilidad de vivir una vida serena, sin tantas contradicciones, sin hacerte ni causar tanto daño. Se trata de tu vida.
Tus acciones repercuten todo lo que te rodea. Este mundo no es únicamente tu mundo. Somos Uno.
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Imágenes: Pixabay.com; Istockphoto.com

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