“Quizás los dragones que amenazan nuestra vida no sean sino princesas anhelantes que sólo aguardan un indicio de nuestra apostura y valentía. Quizás en lo más hondo lo que más terrible nos parece, sólo ansía nuestro amor.” Rainer Maria Rilke
Imaginémonos por un momento mirándonos en un espejo. ¿Qué es lo que vemos? Una parte de nosotros verá a un buen padre o una buena madre, un buen amigo, un buen profesional, alguien amable, divertido, culto, etc. Seguramente, todo esto está presente y es real, refuerza aquello que denominamos autoestima, que no es más que la parte de nosotros con la que nos identificamos y que mostramos a los demás. Otros, puede que puedan ver todas esas cosas, pero escucharán también una voz que los atosiga y les recuerda su parte incompetente, malvada, cursi, holgazana, egoísta, avara, ambiciosa de poder, celosa, presumida, manipuladora, vergonzosa o cobarde. Esas personas viven su vida en lucha con esa voz, intentando escapar de todo lo que les recuerda lo que no quieren ser o no quieren ver de si mismos. Si nos pidieran que hiciéramos un esfuerzo por prestar atención a esa parte que nos desagrada, la mayoría retiraríamos el espejo asqueados. La sombra, tal como Jung la denominaba, es todo aquello en nosotros que no queremos ver y sin embargo está.
Actualmente están en boga las corrientes que se obstinan en ver sólo lo luminoso en nosotros, que dividen al ser humano en positivo y en negativo, y quieren tratar lo primero como si lo demás no existiera. ¿Qué es lo que ocurre con nuestra sombra cuando la ignoramos? Se vuelve contra nosotros o contra las personas que tenemos a nuestro alrededor. Por un lado, corremos el riesgo de proyectar en los demás aquello que no vemos en nosotros mismos. Tanto es así que abundan las personas que viven en pelea constante con el mundo. En el origen de los conflictos de estas personas encontramos que siempre es el otro el egoísta o el malvado. Por otro lado, esa sombra puede invadirnos y hacer que de repente actuemos presa de ese egoísmo o esos celos que nunca reconocimos como propios. Finalmente, corremos el riesgo de terminar pagando un precio por nuestra eterna lucha con lo inconfesable: el agotamiento y la culpa depresiva. En cualquier caso, escapar de nosotros mismos, de todo lo que somos, nos impide disfrutar plenamente de la vida y del contacto con los demás.
Tal como yo lo entiendo, la psicología que divide a las personas en positivo y en negativo, y que pretende sanar la autoestima hablando de potenciales y creencias limitantes, no hace sino ahondar en esa escisión. Cada vez que hacemos énfasis en la potencialidad, en lo positivo, sin atender al otro lado, ponemos en guerra a la persona consigo misma. Lo vulnerable, lo herido o lo miserable siguen presentes en la sombra y si queremos ignorarlos se convertirán en una amenaza mayor y más real. Se instalará en nosotros la inconsciencia, la contradicción entre lo que somos y lo que decimos ser: nos encontraremos que creyéndonos generosos perjudicamos a las personas a nuestro alrededor, perseguiremos objetivos con la idea de que nos harán felices y nos encontraremos vacíos, nos pasaremos la vida intentando ser divertidos y positivos y al final la tristeza ocupará todo el lugar que hemos venido negándole.
En frente de esto, creo que es necesario redefinir el concepto de autoestima para que incluya no sólo prestar atención a lo sublime, sino ser capaz también de amar lo patético en nosotros. Si podemos mostrar ese “indicio de apostura y valentía” y nos acercamos a la sombra como lo que es, no como un monstruo que nos amenaza, sino como una parte herida y vulnerable, como una imperfección que nos hace humanos y que necesita nuestro cuidado, encontraremos que detrás de ella, se esconde la capacidad de vivir de forma más creativa y libre. La capacidad de elegir y de hacernos responsables de nuestras elecciones y de nuestra vida. Ya no nos encontraremos capturados por esa parte sombría, sino que de repente podremos elegir a cada momento la luz o la sombra, ser en cada ocasión quién queramos ser desde la consciencia y la aceptación.
Autor del post:
psicoterapiacotidiana
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