PSICOLAX

"Cuando sabes verdaderamente quien eres, vives en una vibrante y permanente sensación de paz. Puedes llamarla alegría, porque la alegría es eso: una paz vibrante de vida."

Eckhart Tolle

Wednesday, April 29, 2015

¿Por qué me siento culpable?



El sentimiento de culpa es un estado de disgusto hacia nosotros mismos cuando creemos que un tercero ha salido perjudicado por nuestros actos. El objetivo del sentimiento de culpa es la reparación, es decir, hacer algo que repare el daño que presuntamente hemos causado.
A pesar de su mala fama, es un sentimiento necesario, ya que nos pone límites, y nos hace respetar los derechos de los demás.
Sin embargo, todos sabemos que hay ocasiones en las que "sabemos" que no nos debemos sentir culpables, y sin embargo no podemos evitarlo. ¿Por qué?

Partiremos de la base de que el ser humano es un sistema complejo de la naturaleza, y todo lo que permanece en un sistema es porque está sirviendo para algo, pero ¿Para qué podría estar sirviendo esta culpa aparentemente irracional?



Pongamos un ejemplo, pensemos en Juan, un hombre que ha enviudado hace unos meses. Durante la enfermedad de su mujer se sintió culpable por no poder "salvarla", y ahora, cuando han pasado unos meses de su muerte, sale con sus compañeros de trabajo a cenar, y se lo está pasando bien, cuando de repente, se da cuenta de que está disfrutando, automáticamente se siente culpable, deja de sonreír, se despide (o no) de sus amigos, y se va a su casa. ¿Qué ha pasado?
Esta situación será más comprensible para nosotros si conocemos lo que es la culpa defensiva. En principio pueden parecer términos antagónicos, ¿puede la culpa protegernos de algo? La respuesta es . La culpa puede protegernos del sentimiento de impotencia ante una realidad dolorosa.
Este es un concepto muy estudiado y comprobado en niños maltratados, los cuales forman una imagen de sí mismos como inadecuados y merecedores del castigo, porque genera muchas más ansiedad pensar que los padres, que son los que le tienen que proteger a uno le maltratan, que pensar que el culpable es uno, y que cuando seamos buenos, no nos pegarán más. Es más llevadero ser un pecador en un mundo gobernado por Dios que vivir en un mundo gobernado por el diablo. Nos resulta más doloroso sentir que no tenemos ningún control sobre las cosas malas que nos pueden pasar, que sentir que somos malos.



Entonces, volviendo al caso de Juan, podemos entender que cuando su mujer enfermó, para él era menos doloroso pensar que había algo que podía hacer y no lo estaba haciendo (lo cual le generaba culpa) que asumir que no había nada que él pudiera hacer para salvar la vida de su mujer. Ahora mismo, también necesita seguir sintiendo que todavía hay algo que puede y debe hacer, por lo que cuando se sorprende a sí mismo divirtiéndose se siente culpable por no estar haciéndolo.



Poco a poco Juan podrá ir asumiendo la realidad en la que vive y su falta de control para recuperar la vida de antes. Esto en un principio generará un gran dolor, pero poco a poco podrá ver que todavía tiene elementos en su vida que le permiten construir una vida con sentido y que merece la pena ser vivída. El dolor, la pena y el sufrimiento es algo inevitable cuando perdemos a un ser querido, pero la culpa no, la culpa está al servicio de la fantasía de control.


Por supuesto, la culpa defensiva no explica todas las situaciones en las que sentimos culpa, pero es un concepto a tener en cuenta cuando nos enfrentamos a un sentimiento de culpa que por otro lado reconocemos como injusto.

Monday, April 27, 2015

El Enojo y los Niños








El enojo es una emoción natural para todas las personas y no podemos pretender que los niños lo supriman.  Lo que si podemos es pedir  que lo controlen y que lo manifiesten de manera saludable.

Manifestaciones del enojo según la etapa del desarrollo del niño
En primer lugar comprendamos que las  manifestaciones del enojo varían según la edad. Cuando los niños son pequeños y su lenguaje no ha desarrollado totalmente, puede causarles mucha frustración el no poder comunicar lo que desean y mostrar conductas agresivas, como pegarle al amigo cuando les quita un juguete o hacer un berrinche porque no se le da lo que desea. Los niños pequeños tampoco poseen la habilidad de ponerse en el lugar de otros,  por esta razón las agresiones son parte natural en esta etapa del desarrollo del niño, especialmente en los tres primeros años de edad.
A partir de los cuatro años los niños conocen las emociones básicas y son capaces de reconocer y verbalizar lo que sienten. A medida que crecen las habilidades de empatía se desarrollan. Sin embargo, el niño aún va a necesitar acompañamiento y guía para el manejo de sus emociones, sobre todo para aprender habilidades para resolver conflictos.

¿Cuándo se convierte en un problema?
Para que el enojo sea considerado un problema se debe prestar atención a la frecuencia, duración e intensidad de los episodios de ira; así como identificar las consecuencias negativas que traen consigo el enojarse.
Un niño que se enoja frecuente e intensamente va a tener conflictos con sus pares, lo que puede, a largo plazo, llevar a otros  niños a rechazarlo. También son niños que suelen discutir con las figuras de autoridad, teniendo dificultades en casa o en la escuela.
En ocasiones el niño puede creer que su enojo es su aliado porque puede obtener ciertas cosas cuando se enoja, por ejemplo el niño puede pensar que por que se enojó le compraron lo que él quería o como se enojó sus amigos le cedieron la pelota.  A veces les es difícil identificar las consecuencias que a largo plazo vendrán. Los adultos deben ser muy cuidados, ya que en ciertos casos, muchos padres ceden a los deseos de sus hijos por miedo a que se enojen y evitarse conflictos lo que empeora la problemática del niño.

Pero… ¿Qué están pensando?
Los niños que tienen dificultad para controlar su enojo tienden a reaccionar de manera impulsiva, lo que los lleva a agredir, discutir, amenazar, insultar, entre otros comportamientos.  Es muy difícil pensar antes de actuar cuando uno se encuentra enojado.
El enojo se hace evidente no solo por medio de sus comportamientos, sino por manifestaciones físicas, por ejemplo: tensión muscular, aceleración del ritmo cardiaco, respiración agitada, entre otras.
Un niño que le cuesta controlar su enojo tiende a ver las cosas de manera poco flexible, ya que demanda que las cosas, personas y condiciones de vida sean como cree deberían ser.  Es muy común escuchar un ¡no es  justo! de la boca de un niño que tiene dificultades para controlar su ira.
Además magnifican las cosas, viéndolas más graves de lo que realmente son y tienden a verlas en blanco o negro. También pueden tomarse las cosas de manera muy personal. Para un niño que se enoja intensamente puede ser terrible que alguien le haga falta durante un partido de futbol e incluso puede llegar a pensar que se lo hicieron para lastimarlo y sacarlo del juego.

Consejos para padres
  • No minimice lo que su hijo está sintiendo, sin embargo no acepte las conductas inapropiadas que manifiesta cuando está fuera de control.
  • No discuta con su hijo cuando se encuentre enojado. Indíquele con respeto y firmeza que usted no va a conversar con él hasta que se calme. Avísele de antemano que esto es algo que va a hacer, ya que en el momento de conflicto esta respuesta puede detonar aún más el enojo de su hijo. Una vez calmado escúchelo.
  • Sea modelo de auto-control emocional. No pretenda que su niño controle sus emociones si usted no sabe controlar las suyas.
  • En ocasiones, hacer lo inesperado funciona, por ejemplo abrazar a su niño en medio de un berrinche.
  • Cree un espacio de “tiempo fuera positivo”. Este será un espacio para que el niño se calme, no un espacio de castigo. En este espacio su niño puede contar hasta diez, respirar para calmarse o cualquier otra estrategia de elección.
  • Anticípese a las dificultades antes que se presenten, por ejemplo: si ve que su hijo está jugando solo con un juguete y va a tener que compartirlo. Acérquese y dígale en voz baja “Recuerda que cuando Juan se acerque pueden turnarse el juguete”.
  • Enséñele a su niño sobre empatía. Pregúntele ¿Cómo crees que se pudo sentir tu amiga cuando le arranchaste su juguete? ¿Cómo te hubieras sentido si tu amigo no te dejaba jugar?
  • Hágale preguntas que pueden llevar a sus hijos a reflexionar: ¿Lo que estás haciendo te ayudó? ¿Qué hubieras podido hacer para resolver lo que pasó?” Si su niño no tiene una respuesta, dele usted las alternativas de solución. ¿Qué puedes hacer ahora? Estas preguntas son útiles cuando el niño se encuentra calmado, dado que cuando se encuentran enojados dialogar con ellos será difícil.
  • Aliéntelo a mejorar. Cuando su hijo haya sido capaz de controlar su enojo utilice frases como: “Veo que has demostrado que puedes controlarte, seguro debes sentirte feliz”, “Debes estar orgulloso de ti mismo” “Que bueno, has logrado estar en control de tus emociones”.

Friday, April 24, 2015

Decisiones deprimentes


“La gente que está deprimida tiene tantos buenos momentos y tanta diversión como el resto de nosotros. Simplemente, su forma estructurada de recordar hace que se vean deprimentes”
— Richard Bandler, Tiempo para cambiar.
En la vida tomamos todo tipo de decisiones: desde el desodorante que cogemos de la estantería del supermercado hasta lo que haremos para cenar. Algunas son sencillas e irrelevantes; otras son complejas y determinantes, aunque siempre puedes cambiar de camino y hacer algo diferente.
Algunas de estas decisiones son sencillas: habiendo terminado la carrera, es el momento de empezar a trabajar. Yo estaba más que dispuesto a ello. De hecho, hasta tenía ganas. Casi cualquier cosa sería mejor que sentarse en un pupitre durante ocho horas al día mientras desfilaban profesores ante mí, uno tras otro, poniéndome en un trance cada vez más profundo, llenando la pizarra de extraños garabatos para después borrarla y comenzar de nuevo. Una cosa sabía entonces: casi cualquier cosa mejor que eso. Ya había tenido más que suficiente.
Alguien me dijo que lo siguiente era encontrar unas prácticas. Bien, ya sabía qué hacer a continuación.
Ignoraba cómo encontrar unas prácticas. ¿Cómo se hacía eso? Pregunté. Alguien más me dijo que la universidad tenía una bolsa de prácticas y que podía mirar allí. “¡Oh, una bolsa de prácticas!” pensé, “¿cuántas prácticas caben en una bolsa? ¿Pueden dividirse en dos como los muchuflines? Eso haría que cupieran más y eso sería más eficiente: eso sería mejor”.
Cuando llegué al lugar señalado resultó que no era una bolsa, sino un montón de folios en los que había descritas algunas oportunidades que algunas empresas ofrecían a quienes, como yo, hubieran terminado la carrera y se preguntaran qué hacer a continuación. Yo, después del carrerón, como que estaba muy cansado y hubiera preferido unas vacaciones por primera vez en casi dos lustros. Pero bueno, ya que había caído en la bolsa, decidí que me podía dar permiso para escoger la canica que más me gustaba.
Encontré unas prácticas en una empresa que se dedicaba a la gestión del conocimiento. Acudí a la entrevista. Me recibió una secretaria. Después me hicieron una prueba traduciendo un texto técnico y, tras unos minutos garrapateando en un papel, me hicieron saber que estaba aprobado y que podía empezar a trabajar. Vaya, la vida “real” se me estaba dando realmente bien. La cosa se aceleraba.
Mi práctica, en la práctica, resultó en que empecé a pasar cuatro horas cada mañana leyendo patentes en inglés sobre productos textiles.
Pronto descubrí que una patente es la descripción de una invención, siendo esta descripción lo más ofuscada posible para que, incluso describiendo detalladamente el invento, nadie sepa cómo carajo funciona. Había terminado la carrera, pero mi nueva vida parecía peor simplemente por el hecho de parecer una prolongación de la anterior. Había pasado de descifrar prizarras a descifrar pantallas. Acudía cada día a una habitación, me sentaba allí con otras personas y leía patentes durante cuatro horas. Al menos estaba entretenido.
Me sentía como si hubiera salido del fuego para caer en las brasas. ¿Es esta la vida “real”? ¿Cómo es la vida “irreal”? ¿De verdad que no hay nada mejor? ¿Así trabaja la gente? ¿Cuándo se divierten? Esas eran algunas de las preguntas que me hacía. Me hacía preguntas y leía patentes. Añadir lo primero lo hacía más divertido.
Para cada patente que leía, abría una base de datos y rellenaba cierta información así como una esmerada descripción del objeto de la patente. Cuando terminaba con una comenzaba con la siguiente.
Enfrascado en este proceso, cuando me di cuenta había superado los cuatro meses de prueba, así que me doblaron el sueldo y también el tiempo que pasaría descifrando patentes textiles y escribiendo sobre ellas. Estaba tomando cucharadas de ricino y me habían doblado la ración. Verdaderamente había mejorado mi vida. ¿Cómo hacía para tomar precisamente esas decisiones? ¿Por qué la canica que sacaba de la bolsa era, con sospechosa regularidad, una mala elección?
De camino a casa, en mi cabeza cientos de patentes daban vueltas y chocaban entre sí. Se les caían las letras. Se arrugaban, y me arrugaba yo al darme cuenta de que mi oscuro presente se tornaba en más oscuro todavía, y cuando miraba al futuro sólo veía negro. Ah, no, un gato negro bañándose en el alquitrán. Ah no… era una mancha de Rorschach.
Durante todos esos años de universidad, durante todos esos exámenes con superposición de estados, durante aquellas prácticas, mis sensaciones internas fueron todavia a peor. Mis tripas eran un amasijo de amargura, la mano que me apretaba la boca del estómago había aumentado su presión y un profundo malestar me poseía completamente desde dentro hacia afuera. De hecho, ni siquiera había aprendido a hacer estas distinciones tan sutiles. Simplemente, todo era una puta mierda.
Me di cuenta de que, hasta ese momento, había hecho lo que otras personas me decían. Bien mis padres, bien mis tíos, bien mis amigos, bien mis novias, bien mis profesores. Para cada cosa, para cada decisión, me había dado la vuelta a buscar a alguien más, había encontrado a alguien a quien preguntar; había encontrado a alguien que me dijera qué hacer.
Tal vez era un buen momento para cambiar eso. ¿Cómo funcionaría?

Wednesday, April 22, 2015

Para poder tener ansiedad tengo que seguir una serie de estrategias

La mayoría de las personas creen que la ansiedad es algo que ocurre, que sobreviene sin que yo pueda hacer nada para evitarlo y que lo único que puedo hacer es tratar de combatirla.
Lo que no se dan cuenta es que tener ansiedad no es tan fácil ¿Podrías provocarte unos síntomas de ansiedad ahora mismo? Para poder tener ansiedad tengo que seguir una serie de estrategias y, además, éstas estrategias las tengo que hacer bien, si no las hago bien es difícil que pueda llegar al éxito total de la ansiedad: el ataque de pánico. Así que las personas que tienen unas habilidades excelentes para provocarse ansiedad consiguen acabar en un ataque de pánico y las que no son tan excelentes sólo consiguen unos síntomas displacenteros pero con los que se puede vivir.
¿Y cuales son éstas estrategias que algunas personas hacen de manera excelente? Pues aquellas que mandan un mensaje claro de peligro a nuestro cerebro emocional.
A veces son autodiálogos que suelen tener que ver con “yo no puedo”: “me siento solo (y así no puedo vivir)”, “¿Por qué me pasa a mi esto (yo no puedo manejarlo, dependo del exterior)?”, “¿Por qué esa persona me trata así (mi bienestar depende de como me trate el otro)?”…
Otras veces son imágenes de momentos difíciles que hemos tenido en nuestra vida o de momentos que nos imaginamos que serán difíciles. Y de nuevo esas imágenes nos llevan a un escenario en el que yo no puedo enfrentarme a las exigencias que me plante a la vida y, por tanto, mi cerebro reacciona instantáneamente con una reacción adaptativa que nos ayude a sobrevivir ante un peligro inminente: la ansiedad. El problema es que esas imágenes de situaciones desastrosas me las estoy inventando, no son reales,son imágenes que construyo de lo que podría pasar en el futuro. Es una pena que el cerebro encargado de la reacción de ansiedad no sepa diferenciar entre peligros reales y peligros que la mente se inventa. Una de las clásicas es inventarse que me puede dar otra vez el ataque de ansiedad que me dio y, con solo imaginar eso, ya estoy mandando un mensaje de peligro a mi cerebro que reacciona con los síntomas que yo justamente quería evitar. Como muy bien describe nuestro maestro Roberto Aguado, tengo miedo a tener miedo y ese miedo es el que provoca el miedo.
Algunas veces lo que tenemos son sensaciones corporales, nuestro cuerpo responde ante el estímulo supuestamente peligroso con una reacción de tensión, esa reacción me asusta y al querer evitarla o combatirla le mando el mensaje al cerebro de que eso que siento es algo malo y, de nuevo, el cerebro reacciona como sabe ante algo que es malo… con ansiedad.
En nuestro post Camino para la Reconexión con el Ser hablábamos de las estrategias que nos conectan con nosotros mismos y por tanto nos llenan de seguridad y también de algunas de las estrategias (contrarias a las anteriores) que nos llenan de miedo, de ansiedad y que podían terminar en una depresión. No en vano en una conferencia en el Hospital Quirón de Marbella hablábamos de la depresión como una desconexión del Ser. Pues recordando ese post os dejamos esta entrevista en el que se repasan los pasos que hay que dar para sentirse bien, que normalmente son los opuestos a las cosas que hacemos cuando nos sentimos mal y que provocan que cada vez nos sintamos peor. Aunque en teoría es una buena noticia el saber que la ansiedad es algo que provocamos nosotros con las estrategias que llevamos a cabo en ciertas situaciones a veces la persona con ansiedad se empeña en cambiar cosas de fuera o en esperar que sean los demás los que hagan cambios que consigan que su ansiedad de vaya. Si la ansiedad la construimos nosotros, lógicamente, tendremos que cambiar algo nosotros para que desaparezca. Pero bueno, si pincháis en la foto tendréis los pasos explicados uno a uno. No decimos que sea fácil, solo decimos que está en tu mano.

Ir al post “Camino para la reconexión con el Ser”

Monday, April 20, 2015

Estrategias para tener una ansiedad excelente

La mayoría de las personas creen que la ansiedad es algo que ocurre, que sobreviene sin que yo pueda hacer nada para evitarlo y que lo único que puedo hacer es tratar de combatirla.
Lo que no se dan cuenta es que tener ansiedad no es tan fácil ¿Podrías provocarte unos síntomas de ansiedad ahora mismo? Para poder tener ansiedad tengo que seguir una serie de estrategias y, además, éstas estrategias las tengo que hacer bien, si no las hago bien es difícil que pueda llegar al éxito total de la ansiedad: el ataque de pánico. Así que las personas que tienen unas habilidades excelentes para provocarse ansiedad consiguen acabar en un ataque de pánico y las que no son tan excelentes sólo consiguen unos síntomas displacenteros pero con los que se puede vivir.
¿Y cuales son éstas estrategias que algunas personas hacen de manera excelente? Pues aquellas que mandan un mensaje claro de peligro a nuestro cerebro emocional.
A veces son autodiálogos que suelen tener que ver con “yo no puedo”: “me siento solo (y así no puedo vivir)”, “¿Por qué me pasa a mi esto (yo no puedo manejarlo, dependo del exterior)?”, “¿Por qué esa persona me trata así (mi bienestar depende de como me trate el otro)?”…
Otras veces son imágenes de momentos difíciles que hemos tenido en nuestra vida o de momentos que nos imaginamos que serán difíciles. Y de nuevo esas imágenes nos llevan a un escenario en el que yo no puedo enfrentarme a las exigencias que me plante a la vida y, por tanto, mi cerebro reacciona instantáneamente con una reacción adaptativa que nos ayude a sobrevivir ante un peligro inminente: la ansiedad. El problema es que esas imágenes de situaciones desastrosas me las estoy inventando, no son reales,son imágenes que construyo de lo que podría pasar en el futuro. Es una pena que el cerebro encargado de la reacción de ansiedad no sepa diferenciar entre peligros reales y peligros que la mente se inventa. Una de las clásicas es inventarse que me puede dar otra vez el ataque de ansiedad que me dio y, con solo imaginar eso, ya estoy mandando un mensaje de peligro a mi cerebro que reacciona con los síntomas que yo justamente quería evitar. Como muy bien describe nuestro maestro Roberto Aguado, tengo miedo a tener miedo y ese miedo es el que provoca el miedo.
Algunas veces lo que tenemos son sensaciones corporales, nuestro cuerpo responde ante el estímulo supuestamente peligroso con una reacción de tensión, esa reacción me asusta y al querer evitarla o combatirla le mando el mensaje al cerebro de que eso que siento es algo malo y, de nuevo, el cerebro reacciona como sabe ante algo que es malo… con ansiedad.
En nuestro post Camino para la Reconexión con el Ser hablábamos de las estrategias que nos conectan con nosotros mismos y por tanto nos llenan de seguridad y también de algunas de las estrategias (contrarias a las anteriores) que nos llenan de miedo, de ansiedad y que podían terminar en una depresión. No en vano en una conferencia en el Hospital Quirón de Marbella hablábamos de la depresión como una desconexión del Ser. Pues recordando ese post os dejamos esta entrevista en el que se repasan los pasos que hay que dar para sentirse bien, que normalmente son los opuestos a las cosas que hacemos cuando nos sentimos mal y que provocan que cada vez nos sintamos peor. Aunque en teoría es una buena noticia el saber que la ansiedad es algo que provocamos nosotros con las estrategias que llevamos a cabo en ciertas situaciones a veces la persona con ansiedad se empeña en cambiar cosas de fuera o en esperar que sean los demás los que hagan cambios que consigan que su ansiedad de vaya. Si la ansiedad la construimos nosotros, lógicamente, tendremos que cambiar algo nosotros para que desaparezca. Pero bueno, si pincháis en la foto tendréis los pasos explicados uno a uno. No decimos que sea fácil, solo decimos que está en tu mano.

Friday, April 17, 2015

Adicción al sufrimiento

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Adicción al sufrimiento


Me pregunta un amable lector si podría escribir acerca de la adicción al sufrimiento. Como es algo acerca de lo que sé, creo que puedo hacer algo útil y llevarlo en la dirección de cómo superar la adicción al sufrimiento añadiendo todavía más valor.
Pondré algunas dosis de humor en esto, pues creo que el humor es la puerta por excelencia para atravesar las cosas más desagradables de la vida haciendo que valgan la pena.
Pero primero, vamos con algunas definiciones. Usaremos un poco de PNL para abrirnos paso por esto.
En la adicción al sufrimiento encontramos dos presuposiciones: hay algo que denominamos sufrimiento y hay algo que llamamos adicción. Estas dos cosas tienen que estar, necesariamente, presentes para que podamos hablar de adicción al sufrimiento. También tiene que haber, necesariamente, alguien que sufre.
Hagamos todavía un:
> unzip adicción_al_sufrimiento.zip
El español, como el inglés, el francés, el alemán o la mayor parte de las lenguas que conocemos, utilizan sustantivos en sus construcciones gramaticales. Esto supone que estamos, internamente, convirtiendo en entidades (sustantivos) lo que de otra manera son procesos fluidos. Hasta las personas fluyen y cambian a lo largo de sus vidas. Podemos devolver las propiedades fluidas a estos procesos convirtiéndolos en verbos, como propone el Meta-Modelo del Lenguaje de la PNL. Así, podemos considerar el proceso de hacerse (hasta estar) adicto a sufrir. Esto es válido para hombres, mujeres, fontaneros, taxistas, electricistas, atletas, secretarias, ingenieros, camioneros, políticos y seres humanos en general. De hecho, en la cultura católica, el sufrimiento es un valor importante. Quien más sufre, más santo se hace. Esa es una extraña manera de promocionar a las personas dentro de una organización.
Pero, ¿cómo hace alguien para sufrir hasta estar adicto a ello? Puedes encontrar algunas maneras diferentes. La creatividad humana carece de límites.
En los últimos años he estado meditando, sentándome cada día unos minutos, con los ojos abiertos o cerrados, como una práctica cotidiana para conocerme mejor, aquietar mi mente y enriquecer un estado de bienestar que, con el tiempo, puedo notar que se está solidificando. Además es un proceso que puedo dirigir, pues sólo depende de mí. Durante el último año, he estado sentándome cada día sobre el suelo con las piernas cruzadas. Eso me ha permitido darme cuenta de una cosa muy sencilla: cómo me sienta en los próximos diez segundos dependerá de lo que haga con mi mente a continuación.
Cuando este lector me sugirió este tema para una nueva columna, lo primero que pensé fue: “Hmmmm, interesante…”. Lo segundo fue “Tendría que recordar cómo hacía para sufrir”. Lo tercero fue: “¿Cómo lo hacía?”. Me sorprendió muy agradablemente darme cuenta de que, en algún momento de los últimos años, había aprendido algo mejor que vivir sufriendo.

Las fuentes del sufrimiento

“El dolor es necesario; el sufrimiento es una elección”
—Buda
Cuando hace algunos años leía citas como esta, podía intuir la sabiduría que había tras ellas. Aún así, me llevó un tiempo y mucha práctica comprender cómo esto podía tener un sentido para mí. Te lo mostraré a continuación.
Divide tu mente en tres. Una parte es la parte biológica, la cual se encarga de todas esas “cositas” de la biología: respirar, comer, beber, digerir, mear, cagar, dormir, sexo, espacio, territorio, etc. Es como la BIOS de un ordenador: determina las respuestas básicas del sistema ante los impulsos del entorno.
Otra es la parte inconsciente, que opera encima de este nivel gestionando procesos inconscientes, como ajustar el ritmo del corazón ante el esfuerzo, accionar secuencialmente tus músculos para que puedas estar erguido de pie de una manera equilibrada o gestionar el vasto repositorio de todas las cosas que ya has aprendido, como caminar, atarte los cordones, cepillarte los dientes o leer.
Todavía una tercera parte es la mente consciente.

“La mente consciente quiere consuelo; la mente inconsciente quiere maneras efectivas de hacer las cosas.”
—Richard Bandler, co-creador de la PNL.

No sabemos dónde estamos. No sabemos qué hacemos en este planeta. No sabemos de dónde venimos ni adónde vamos. Nadie lo sabe. Somos seres vivos de la especie humana sobre la superficie de un planeta que gira sobre sí mismo, entorno a una estrella y en torno a quién sabe qué más. No es fácil ser humano. No es fácil llevar la atención hacia el interior y enfrentarse a las preguntas más profundas y para las que nadie tiene respuesta. Incluso así, puedes llegar a buenos términos con todo eso. Aceptar ayuda.

Aceptando que es gerundio y es un proceso

Nacemos. Moriremos. Vivimos una vida finita. Mi madre se encargó de recordármelo de una manera práctica hace unos años.
No sabemos. Todavía peor: no sabemos que no sabemos. Ignoramos. Ignoramos que ignoramos. Todavía sucede. Cuenta con ello.
Aprendiendo PNL descubrí que los seres humanos nos movemos a través del cambio a través de una dinámica. Esta dinámica está, en este momento de la evolución humana, compuesta por las siguientes fases:
  1. Negación: Nos negamos a admitir que lo que está sucediendo realmente está sucediendo.
  2. Rebeldía: Experimentamos un impulso rebelde, del tipo infantil o adolescente, porque la realidad ha dejado de ajustarse a nuestras necesidades y deseos.
  3. Negociación: Establecemos una negociación con nosotros mismos y con el entorno para reducir los daños y sentirnos lo menos perjudicados posible por el suceso.
  4. Depresión: Entramos en un estado de tristeza, o de duelo, de duración variable.
  5. Aceptación: Por fin, aceptamos los hechos.
Este proceso se repite para cada una de las cosas que negamos de nosotros mismos o del mundo en el que vivimos. Con práctica, puedes reorganizar este proceso haciéndolo más directo, por ejemplo aprendiendo a tomar consciencia de la negación y aprendiendo a evolucionar hasta la aceptación de la manera más fluida, agradable y eficiente posible. Puedes, con práctica y habilidad, sustituir la rebeldía por la apreciación de la negación, que te permite aceptar lo que sea sintiendo el agradecimiento por el sufrimiento que estás aprendiendo a ahorrarte. Esto funciona. Esto hace la vida más dinámica y fluida. Esto hace también, en cierto modo, que la vida pase a ser algo diferente de lo que creías. Puedes aceptar esto también. Disfruta del proceso de vivir. El cambio es la constante del Universo.

Las formas del sufrimiento

Encuentro que el sufrimiento puede tomar al menos tres formas diferentes: mental, física y espiritual. Se trata de la misma causa manifestándose en los diferentes planos de la existencia.
Piensa en diferentes formas de sufrir. Puedes reducirlo a esto: lo que está ocurriendo ahora es diferente de lo que quisieras que estuviera ocurriendo ahora. Básicamente, todo se reduce a eso.
Tal vez no tienes suficiente dinero. Tal vez algunas personas no se comportan como tú quieres. Tal vez te duele la espalda o hace mal tiempo. Quejarte acerca de todo ello en lugar de hacer algo hace que, además de verse mal, suene mal. Eso hace que se sienta peor. Tal vez la culpa sea del gobierno, de tu marido, de tu mujer, de tu jefe, de las multinacionales o de los extraterrestres: cada minuto que pasas quejándote en lugar de haciendo algo al respecto es un minuto más que pasas sufriendo. Puedes aprender a hacer mejor que eso.
Si necesitas consuelo, puedes dártelo tú. Si necesitas que alguien te diga que te quiere, empieza por decírtelo tú. Si necesitas que alguien cambie para tú estar bien, cambia tu primero. No sólo estarás reduciendo tu sufrimiento, sino que estarás adoptando el hábito de sufrir menos moviéndote hacia el bienestar. Puedes aprender a sentirte bien o todavía mejor de manera cotidiana. Educa tu inconsciente.
Ahora, en un plano físico, con los seres humanos sucede lo mismo que con las piezas en Ingeniería: algunos puntos actúan como concentradores de tensión. Se llaman así porque son lugares en los que, por construcción, se concentran las tensiones durante el servicio de la pieza. Si tomas la estructura de un ser humano y la reduces a lo esencial, encontrás un eje largo en vertical y un segundo eje que se cruza con el primero a la altura de los hombros.
En cualquier disciplina espiritual se trabaja la compasión. Todos somos humanos. Todos estamos en el interior de un campo gravitatorio. La materia pesa. Una cabeza pesa unos tres kilos y medio. Un brazo pesa unos dos kilos. Me pregunto cúanto pesa solamente todo lo que va por encima de las caderas. Ser humano exige esfuerzos, por ejemplo, sostener la cabeza en equilibrio sobre el cuello. Además de eso están los golpes, las enfermedades, la muerte y todas esas demás cositas propias del vivir una vida humana. Ciertamente puede ser muy jodido ser humano.

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Practicas la compasión cuando practicas percibir en otros seres humanos el dolor y el sufrimiento asociados a la condición humana. Todos tenemos un corazón. Todos respiramos. Todos pesamos. En cierto modo, todos cargamos con nuestra cruz porque todos tenemos hombros. Las tensiones estructurales se concentran en el punto en el que las dos aspas de la cruz se encuentran. Todo el dolor, todo el sufrimiento, se acumula ahí de una y otra manera a medida que vivimos. Si te das cuenta puedes construir una religión en torno a eso y fundar la multinacional más antigua del planeta: la iglesia católica.
Yo prefiero pensar por mí mismo y encontrar mis propias respuestas a las preguntas profundas de la vida, y es por eso que prefiero las prácticas laicas, como la meditación.
Cuando meditas, aprendes a gestionar esa cruz. Más allá del misticismo, más allá de lo exótico, más allá incluso de lo sorprendente: ¿Qué crees que haces cada día al sentarte un momento y detenerte? Aprendes a sentarte, aprendes a sentirte, aprendes a erguir y equilibrar tu espalda y tu cabeza y aprendes a gestionar el sufrimiento inherente a ser humano.
Con el tiempo y la práctica, aprendes a convertir ese dolor en bienestar. El sufrimiento se reduce. El bienestar aumenta. El cerebro flota cómodamente en el interior del cráneo, que se yergue fácilmente en equilibrio sobre más de tres decenas de vértebras.
En el proceso, aprendes a calmar tu mente. Cuando tu mente está en calma, puedes influir en ella útilmente. Encuentras espacios en los que puedes hablarte de maneras más suaves, más agradables, más humanas. Aprendes a tratarte como tratarías a cualquier otro ser humano, con, como mínimo, un cierto agrado y una cierta apreciación por su presencia. Cuando añades la comprensión de ser humano, entonces puedes comunicarte como pocas personas pueden.
Encuentras un cierto placer en el sonido de tu voz internamente. Poco a poco, consigues transformar tus voces internas en agradables, placenteras y útiles. Pensar se hace más agradable. Con el tiempo y la práctica aprendes acerca de qué pensar y aprendes a gestionar tu atención de manera que puedes mantenerla cómodamente en tus propios pensamientos, verdaderamente disfrutando del proceso de pensar. Eso reduce el sufrimiento de tener que oírte quejándote continuamente con voces lastimosas en el interior de tu cabeza que suenan como un rechinar de dientes.
Haciendo esto, aprendes acerca de la voluntad y del enorme placer de manifestarla. Aprendes a hacer las cosas por el placer de llevarlas a cabo. Con gratitud y aprecio, tu espíritu vibra libre en el interior de tu ser, y vivir se convierte en un privilegio, un placer y una oportunidad para apreciar, agradecer y enriquecer. Una fabulosa oportunidad para participar en el desarrollo de todo.

Adicción al sufrimiento

Antes de pensar en la adicción al sufrimiento, antes incluso de pensar en una adicción cualquiera, pregúntate…”¿Para qué?”. Pon un fin al sufrimiento.
Con una respuesta funcional a eso, puedes preguntarte:”¿Cómo lo hago?”. Las adicciones son como el fútbol, la política o la religión; muchas personas tienen ideas muy emocionales al respecto. A más emoción, menos información. Detente antes de la adicción explorando el proceso de sufrir, aunque solamente sea porque resulta más útil. Interésate por la estructura del proceso de sufrir.
Comienza preguntando “¿Cómo sabes que es el momento de sufrir?”. Eso incluye el tiempo en el proceso.
Para mí era, especialmente, cuando me sentía mal en la tripa. Encontré que me sentía mal a menudo por comer demasiado de algunas cosas que me gustaban mucho, como los cereales del desayuno. Podía comer hasta tres o cuatro platos hondos con más de medio litro de leche en un desayuno. Después me sentiría muy mal durante algunas horas. Durante ese tiempo, todo era una mierda. No es fácil divertirse cuando sientes que vas a vomitar con cada cosa que hagas. Angustia, náuseas, mareos. Eso arruina la experiencia de vivir.
Para ti puede ser algo equivalente, o puede ser cuando conoces a alguien, o cuando te relacionas con muchas personas, o cuando estás en casa y te tomas unas horas para pensar en algunas cosas que te hacen sentir verdaderamente mal, o tal vez cuando alguien te deja o incluso cuando dejas a alguien. Puedes sentirme mal acerca de una infinitud de cosas diferentes. Ahora… ¿para qué?
Es tiempo que podrías estar aprovechando para sentirte bien o mejor y enriquecer esas sensaciones, para disfrutar de ti y de la gloria de respirar y sentir, o simplemente para relajarte y pensar en el agradecimiento que puedes notar por haber tenido la oportunidad de vivir algunas experiencias en tu pasado. ¿Para qué sufrir? Podemos hacerlo mejor que eso. Podemos incluso acostumbrarnos a hacerlo mejor.

MÁS ALLÁ DEL SUFRIMIENTO
Si le pides a un psicólogo que piense en alguna experiencia de su pasado, irá y encontrará un trauma. Nosotros vamos a por el placer, el disfrute, el gozo, el éxtasis y esas cosas. Puedes incluso elegir la manera en que recuerdas las cosas en tu mente y el placer que conseguirás a cambio del aprendizaje. Puedes incluso hacer que valga la pena.
Un bodhisattva es, de acuerdo con las disciplinas orientales, una persona espiritualmente avanzada. Tras años de trabajo interno, ha conseguido reorganizar su cerebro de manera que prácticamente cualquier proceso de pensamiento termina en una sonrisa, en una sensación placentera, en un recuerdo gozoso, en una sonora carcajada o en una profunda sensación de apreciación y agradecimiento por vivir. Una mente así es una mente en la que da gusto pensar. Puedes comenzar a construirte una mente así para ti. Eso te lleva a disfrutar del proceso de vivir y aprender y disfrutar. Puedes añadirle gozo a tu propio ritmo y velocidad.
Cuando regresé de Alemania, sufría porque no sabía qué hacer a continuación. Después sufría porque no sabía si había hecho bien. Después sufría porque estaba solo. Después sufría porque no tenía suficientes clientes. Después sufría porque no estaba ganando suficiente dinero…
A partir de cierto punto me di cuenta de que, de una manera o de otra, siempre encontraría razones para sufrir. A partir de ahí, decidí hacer algo así como rendirme. Rendirme al Ahora.

RENDICIÓN
No sé lo que pasará mañana. No sé si seguiré vivo. No sé si se caerá el avión en el que viaje, si descarrilará el tren o si un coche se saltará un semáforo y me embestirá en un trayecto. No sé si ganaré suficiente dinero. No sé si este artículo tendrá éxito. No sé si mis técnicas funcionarán cuando trabaje con clientes y con mis otros clientes. En cierto modo, me da igual. Si no es una cosa, entonces es otra. Después de un cierto tiempo jugando a esto, me di cuenta de que tenía la oportunidad de llevar mi vida al siguiente nivel.
Reseteé de nuevo. Me pregunte, una vez más, qué era lo que más apreciaba. Qué era lo que más valoraba en mi vida. Qué era verdaderamente importante para mí. Más allá de lo que apreciaran otras personas, más allá de lo que valoraran… Qué era para mí lo verdaderamente importante de estar vivo. ¿Qué es lo que aprecio de vivir?
Nota que son algunas cosas sencillas. El placer de ver una bella fuente. El placer de una escritura agradable. El placer de sentir mis pies sobre el suelo. El gozo de poder ver. El gozo de oír. El gozo de sentir. He pasado por este proceso varias veces, así que cada vez aprecio cosas más sencillas, más inmediatas y más disponibles. ¿Cuánto más placer puedo experimentar?
A partir de las respuestas que me di, comencé el proceso de construirme una rutina. Lo hice un día cada vez. Empecé por el primero. Si hoy fuera un día agradable/maravilloso/glorioso (para ajustar) para mí, ¿cómo sería? ¿Qué disfrutaría hacer? ¿Qué es lo que me daría más placer? ¿Qué comería? ¿Cómo me organizaría? ¿Qué haría a lo largo de ese día?
De verdad que fui escogiendo cosas sencillas: el placer de escribir un artículo, el disfrute de dibujar, el placer de conducir, el disfrute de aprender a cocinar, el gozo de prepararme un plato exactamente a mi gusto.
Revisé mis objetivos. ¿Hacia adónde quería ir? ¿Cuáles eran las direcciones en las que sentía que quería expandirme? ¿Qué me resultaba atractivo en el mundo? ¿Qué me motivaba tanto que sentía que tiraba de mí? Fui encontrando una dirección en la que evolucionar.
Pensé en mi entorno, en cómo podía encajar una rutina compuesta de cosas que podía gozar dentro de las posibilidades y limitaciones de mi entorno. A partir de ahí, construí esa rutina. Lo hice un día cada vez, ajustando. Probando, aprendiendo, revisando, mejorando, enriqueciendo.
Encontré más cosas sencillas. El placer de trabajar con clientes, de escribir un artículo como este, el gozo de una ducha de agua caliente, el enorme placer de una sesión de Yoga, la diversión de jugar al ordenardor, el gozo de disfrutar de la compañía de mis seres queridos. En fin, algunas cosillas agradablemente humanas, muy disponibles para mí y que me permitían ensamblar una rutina diaria que me causaba gozo vivir. A partir de ahí, enriquecí, adapté y ajusté.
Desde entonces, elijo concentrarme en el disfrute de lo que estoy haciendo, en el agradecimiento por la cama en la que dormí calentito esta noche, en el gusto con el que me alivié en la primera meada matutina, en el placer de la sesión de Yoga que hice a continuación y en cuánto pude disfrutar de mi cuerpo, en el gozo de mis cereales del desayuno (¡con el disfrute de la moderación!), en el éxtasis de la ducha caliente que me he dado después y en el disfrute de la escritura de este artículo ahora. Pronto disfrutaré de hacer un dibujo para añadir todavía más valor, más disfrute y más corazón en todo esto, y aprovecho para darme las gracias por la manera en que me cuido y sé que, aunque muriera hoy, mi vida ya hubiera sido un regalo enormemente satisfactorio por el que puedo sentirme profundamente agradecido. Esa es una manera muy agradable de vivir y también muy asequible. Lo más costoso es detenerse, estudiarlo, agradecerlo, apreciarlo, descomponerlo en los elementos esenciales y volver a ensamblarlo de una manera útil, positiva y beneficiosa. Afortundamente, ya lo he hecho yo por ti.
Sólo te queda disfrutarlo.

Monday, April 6, 2015

Aprender a hablar en público

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Quería desarrollar mis habilidades para hablar en público. Era algo que siempre me había atraído. Hablar en público, ese era un reto grande. Probablemente uno de los miedos más humanos y, por tanto, más extendidos. Podría hacerlo como parte de un proceso de desarrollo personal. Eso me ayudaría a quitarme algunos miedos.
Cuando era pequeñito era un niño muy tímido. Cuando venían desconocidos a casa, yo me escondía. Más adelante, mis padres hicieron obras y yo tenía que hacer malabares para pasar desapercibido a los obreros que por allí rondaban. Ir al colegio cada día y sentirme observado y juzgado me hacía sentir vergüenza. En general, la timidez y la introversión habían sido dos rasgos que me habían acompañado desde que podía recordar.
Con todo eso, en la universidad, en el último curso, tuve que enfrentarme a diferentes momentos en los que tuve que hablar frente un grupo de personas presentando los resultados de algún trabajo. Con la primera de estas ocasiones, descubrí que era algo que, aunque me hacía atravesar el miedo en uno de sus estados más puros, también era algo que me hacía sentir una emoción muy intensa.
Para una de las últimas asignaturas de la carrera estuve trabajando en un grupo con compañeros y compañeras. Debíamos resolver problemas por métodos numéricos. Por ejemplo, una empresa debe repartir leche entre las diferentes ciudades situadas en un área. Dadas las distancias y el conjunto de características del problema en particular, ¿cuál es la ruta óptima que debe seguir el camión de reparto para minimizar los costes? Eran problemas complejos, y debíamos armar pacientemente un sistema enorme de ecuaciones lineales y luego meterlo en una matriz para poder manejarlo. Los ingenieros sabemos hacer este tipo de cosas.
En cualquier caso, después, debíamos reunir los resultados en un trabajo y hacer una presentación de los resultados frente al resto de grupos de la misma clase. Esto nos servía para aprender otras maneras de abordar el mismo problema y también para practicar el noble arte de presentar ideas ante un público.
Ahora, el profesor de la asignatura, para asegurar que cada vez saliera una persona diferente a hacer la presentación, había diseñado un sistema aleatorio: tiraría un dado y haría la presentación la persona que estuviera listada en la portada del trabajo en el lugar del conteo del dado. Por ejemplo, si salía un tres, la tercera persona listada como autora estaría a cargo de hacer la exposición.
La suerte quiso que fuera yo el encargado de hacer la primera. Estaba nerviosísimo. Me sudaban profusamente los alerones. Me temblaba la voz. Miraba a la gente en la sala y notaba la presión de todos aquellos ojos sobre mí. Aún así, echándole valor al asunto, empezaba la función e iba a través de cada uno de los diferentes puntos como podía. Lo único que tenía que hacer era conservar el hilo.
Cuando llegó la segunda exposición, hice un sondeo entre mis compañeros y resultó que nadie quería hacerla. Yo sí que quería, así que ingeniamos un segundo sistema suplementario que adosamos al que había ideado el profesor: imprimiríamos cinco portadas diferentes y en cada una de estas portadas cambiaríamos el orden de los nombres. Cuando el profesor tirara el dado, daríamos el cambiazo a la portada correspondiente para que fuera yo quien presentara el trabajo.
Este sistema funcionó, y lo hizo tan bien que suspendimos su uso en la cuarta exposición para evitar que el profesor sospechara ante mi prolongada racha de suerte. Incluso así, cuando hubo terminado el curso, había tenido cuatro oportunidades para hablar ante un público. Definitivamente era algo que me atraía. Podía obligarme a atravesar ese miedo e incluso lo hacía bien.
En los años que estuve en Alemania, carecí de oportunidades para ejercer este incipiente arte. Así, cuando estuve aclimatado de vuelta en España, volví a interesarme por el asunto.
Investigando en Internet encontré Toastmasters, una organización internacional que se dedica a promover el hablar en público mediante pequeñas asociaciones locales. La ventaja, que había una Valencia. La desventaja, que el hablar en público era en inglés.
Me dio igual. Si acaso aumentaría el reto, lo que lo haría más atractivo. Llevaba media vida hablando inglés y los últimos años en alemán. Pan comido. Sería divertido.
Empecé a ir a las reuniones. Había personas norteamericanas, alemanas, polacas, inglesas… Hasta había españoles. Se reunían en una sala de la universidad y se daban la oportunidad de hablar ante un público.
Había un orden estricto en cuanto al formato de la sesión, y al final de cada una de las intervenciones había un momento para que el público escribiera sus críticas constructivas sobre lo que acababa de presenciar y se las hiciera llegar a la persona que acababa de intervenir.
A lo largo del año, tuve la oportunidad de hablar ante estas personas una decena de veces. Cada una de las intervenciones estaba programada para que trabajara, de manera progresiva, un elemento diferente de la oratoria: la presentación, el lenguaje no verbal, el tono de la voz, la estructura del discurso, el humor, etc. Eso me permitía enfocarme en cada una de estas cosas cada vez y practicarlas por separado. Más tarde, con el paso de las sesiones, cada una de estas cosas fueron encajando entre sí.

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Hablar en público es una habilidad. Algunas personas creen que las habilidades se tienen. Yo creo que las habilidades se crean. Son patrones que generamos, que practicamos y que automatizamos y pulimos hasta hacer que resulten naturales. Puedes aprender a programar o puedes aprender a tocar el violín como Mozart. Mientras vivas, puedes aprender cualquier cosa.
Si quieres aprender a hablar en público, empieza. Si practicas, mejorarás. Si practicas mucho más, lo sentirás como algo natural.
Una parte muy grande de lo que detiene a las personas a la hora de hablar en público es el miedo. Es un miedo natural. Está en todas las personas en mayor o en menor medida. Exponerte a ese miedo repetidamente funcionará. Te desensibilizarás progresivamente o, de otra manera, lo integrarás y le darás un uso práctico. De cualquier modo, como para cualquier otra cosa en la vida, recuerda disfrutar.

Friday, April 3, 2015

Características de una persona conflictiva



El exceso de conflictos puede hacer que la vida sea muy estresante.
Las causas  pueden ser muchas, pero la principal es que cada persona quiere hacer las cosas a su manera. Por ello, es importante conocer algunas de las características de estas personas.

 1. Competitividad, a veces excesiva.
 2. Malentendidos o formas distintas de ver las cosas.
 3. Falta de cooperación, real o imaginaria.
 4. Conflictos de personalidad.
 5. Problemas con la autoridad.
 6. Frustraciones individuales.
 7. Deseo de asumir mayor responsabilidad.
 8. No querer aceptar responsabilidades.
 9. Incapacidad para seguir las normas o ceñirse a los planes.
 10. Desacuerdo en la forma de alcanzar las metas acordadas y discrepancia de las mismas.


La Inteligencia emocional brinda herramientas poderosas para poder comunicarnos efectivamente y lograr soluciones a los conflictos interpersonales.