“La vida es difícil.
Esta es una gran verdad, una de las más grandes verdades. Es una gran verdad porque una vez que verdaderamente la vemos, la trascendemos. Una vez que verdaderamente sabemos que la vida es difícil – una vez que verdaderamente lo entendemos y lo aceptamos – entonces la vida no es difícil nunca más. Porque una vez esto es aceptado, el hecho de que la vida es difícil no importa más”.
Así empieza uno de los grandes libros de psicología del siglo pasado “The
road less travelled” de Michael Scott Peck: “La vida es difícil“. La semana pasada tuve un día de consulta que me llevó a sacar esta joya de la biblioteca y darles a leer a los pacientes esa primera frase. Y es que el sufrimiento que nos acompaña, muchas veces, se basa en querer que la vida sea fácil.
Cuanto más queremos que la vida sea fácil más difícil nos la hacemos. Una vez que comprendemos y aceptamos que la vida es difícil, entonces empezamos a hacer las cosas necesarias para afrontar el reto. Este cambio de mentalidad nos lleva a crecer, a evolucionar, a construir, desarrollar y poner en marcha mejores estrategias, a preguntarnos “¿Qué puedo hacer yo ante esto?”. Nos obliga, en definitiva, a sacar lo mejor de nosotros mismos, a acceder a nuestros recursos más poderosos. Y cuando abordamos los problemas y los retos de la vida desde lo mejor de nosotros mismos pues entonces, como te puedes imaginar, las cosas dejan de ser tan difíciles.
Sin embargo, cuando tenemos la fantasía de que todo debería ser como nosotros queremos (sin hacer nada para ello), cuando creemos que la vida nos lo tiene que poner fácil, cuando nos centramos en lo que los demás deberían hacer para nuestra comodidad y, especialmente, cuando nos quejamos y culpamos a algo externo de nuestro malestar, entonces nos estancamos. Por comodidad tratamos de empujar a los demás o a las circunstancias a un cambio que solo se puede producir dentro de nosotros. El gran problema de las personas con ansiedad y depresión es que tratan de cambiar cosas fuera, cuando lo único que va a cambiar la sensación de peligro permanente que tiene su cerebro emocional es cambiar algo dentro. Cuando nos centramos fuera olvidamos nuestras capacidades, nuestros recursos, nuestra fuerza, nuestro potencial y así es normal que nos sintamos muy inseguros. Y cuanto más inseguros más dependientes de que los demás lo hagan por nosotros y cuanto más dependientes, más inseguros. Este círculo vicioso, obviamente, hace que todo se vuelva mucho más difícil.
La vida es difícil y nosotros, que formamos parte de ella, tenemos los recursos para vivirla plenamente. Cuando salimos de nuestra zona de confort, enfrentamos nuestros miedos y nos comprometemos con nuestros sueños hacemos de nuestra vida algo excitante que fluye y se abre ante nosotros. Cuando nos cerramos la vida, que también forma parte de nosotros, se cierra con nosotros y todo se vuelve oscuro y difícil.
Ya hemos hablado muchas veces del equilibrio inherente al Universo, la física nos recuerda que:
– El positivo y el positivo se repelen.
– El positivo y el negativo se atraen.
– El negativo y el negativo se repelen.
Creo que uno de los problemas de nuestro tiempo es que queremos positivo y positivo y cuanto más nos empeñamos en ello más fracasamos (que es el negativo que compensa el exceso de positivo). Puedes comprobarlo por ti mismo, pregúntate ¿Cuál es mi actitud y mi comportamiento en aquellas cosas en las que tengo éxito y que me salen bien? Y observa si en aquellos aspectos en los que te quejas y que no salen como quieres estás haciendo lo mismo y utilizando las mismas estrategias o si, por el contrario, estás haciendo otras cosas mucho menos eficaces.
Si deseas que tú vida sea más fácil entonces empieza a hacer el esfuerzo porque así sea, eres el diseñador de tu destino, si tú vida te importa, hazlo bien.
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