Hoy un paciente en consulta me decía, tras un ejercicio que habíamos programado durante la semana, “No me siento suficientemente maduro” y eso nos llevó a analizar las características de un niño y las de un adulto…
Para descubrir que, en realidad, en él convivían ambos, el niño con sus características y el adulto con las suyas. La clave entonces no era si era maduro o no, porque lo era si estaba en modo “adulto” y no lo era si estaba en modo “niño”. La clave es qué porcentaje del tiempo se encontraba en un modo y qué porcentaje en otro en su vida.
Encontramos que cuando el modo “niño” tomaba el control ocurrían dos cosas con el modo adulto:
Cuando un niño maneja la vida de una persona de edad adulta la mayoría de las cosas a las que tiene que enfrentarse le sobrepasan, así que aunque al principio sea muy divertido en seguida sentirá mucho miedo y desde el miedo tratará de que otro adulto le rescate, haciendo sus relaciones muy demandantes y dependientes. Generando mucho sufrimiento porque ya hemos visto muchas veces que cuando la mente está sometida al miedo lo que hace es encontrar razones para justificar el miedo, el miedo busca y crea miedo.
Si la parte adulta rechaza la manera en la que el niño pide atención y seguridad, normalmente a través de los incómodos síntomas de ansiedad, entonces esa parte de sí mismo se sentirá abandonada (que seguramente será lo mismo que le ocurrió al niño de verdad, que fue rechazado o abandonado) lo que le generará más miedo y más necesidad de atención y seguridad.
Las dos respuestas que su parte adulta tiende a dar automáticamente ante la aparición de las necesidades insatisfechas guardadas en su memoria de niño generaban un circulo vicioso de aumento del miedo y, cuanto más miedo, más fuerte se reivindicaba su parte niña buscando una ayuda que, obviamente, no podía encontrar en sí mismo. Ese es el motivo por el que la busca desesperadamente fuera alimentando el problema que le trae a consulta: la ansiedad (el miedo), los pensamientos obsesivos (el intento ineficaz de la mente de controlar el miedo desde el miedo) y sus malas relaciones de pareja (normal, el modo niño no está preparado para una relación de pareja sana).
Así que… ¡qué difícil y que confuso!
Y ahí encontramos la solución, por una parte en enfrentar lo difícil como hemos estado viendo últimamente en el blog, y sobre todo en la con-fusión. En la fusión dentro de sí mismo del adulto que es capaz de proteger, cuidar, buscar soluciones, dar cariño, estar presente y hacerse cargo de un niño (porque esta persona no tiene dudas de que sería capaz de hacer todo eso si estuviese cuidando a un sobrino suyo) y la parte de sí mismo que grabo miedos y vulnerabilidad hace años y que su cerebro sigue trayendo al presente. Si en vez de dejarse llevar por el niño o rechazarlo pusiese a su servicio las capacidades que tiene como adulto su parte niña se sentiría segura y dejaría de llamar la atención, con lo que su parte adulta podría manejar durante más tiempo su vida y tomar unas decisiones más adaptadas a tener la vida que desea, sin miedo, sin exceso de control y creando relaciones equilibradas en el dar y el recibir.
Ya solo queda crear alguna estrategia que haga que su cerebro entre en esa con-fusión que acepte y utilice su ser global para salir del miedo y la ansiedad en vez de tomar el camino automático de responder de las dos maneras ineficaces. Pero eso es algo que no puedo explicar, eso es algo que hay que hacer en consulta.
Como podéis ver en la hoja, profundizando más encontramos que su miedo tiene mucho que ver con su sensibilidad y con como fue sobreprotegido por su madre. ¿Es la sensibilidad algo negativo? La respuesta la daremos en un próximo post, aunque ya os anticipo que la respuesta es… no
Para descubrir que, en realidad, en él convivían ambos, el niño con sus características y el adulto con las suyas. La clave entonces no era si era maduro o no, porque lo era si estaba en modo “adulto” y no lo era si estaba en modo “niño”. La clave es qué porcentaje del tiempo se encontraba en un modo y qué porcentaje en otro en su vida.
Encontramos que cuando el modo “niño” tomaba el control ocurrían dos cosas con el modo adulto:
- Deja las riendas de su vida al niño y hacer lo que él quiere
- Rechaza al niño e intentar anularlo
Cuando un niño maneja la vida de una persona de edad adulta la mayoría de las cosas a las que tiene que enfrentarse le sobrepasan, así que aunque al principio sea muy divertido en seguida sentirá mucho miedo y desde el miedo tratará de que otro adulto le rescate, haciendo sus relaciones muy demandantes y dependientes. Generando mucho sufrimiento porque ya hemos visto muchas veces que cuando la mente está sometida al miedo lo que hace es encontrar razones para justificar el miedo, el miedo busca y crea miedo.
Si la parte adulta rechaza la manera en la que el niño pide atención y seguridad, normalmente a través de los incómodos síntomas de ansiedad, entonces esa parte de sí mismo se sentirá abandonada (que seguramente será lo mismo que le ocurrió al niño de verdad, que fue rechazado o abandonado) lo que le generará más miedo y más necesidad de atención y seguridad.
Las dos respuestas que su parte adulta tiende a dar automáticamente ante la aparición de las necesidades insatisfechas guardadas en su memoria de niño generaban un circulo vicioso de aumento del miedo y, cuanto más miedo, más fuerte se reivindicaba su parte niña buscando una ayuda que, obviamente, no podía encontrar en sí mismo. Ese es el motivo por el que la busca desesperadamente fuera alimentando el problema que le trae a consulta: la ansiedad (el miedo), los pensamientos obsesivos (el intento ineficaz de la mente de controlar el miedo desde el miedo) y sus malas relaciones de pareja (normal, el modo niño no está preparado para una relación de pareja sana).
Así que… ¡qué difícil y que confuso!
Y ahí encontramos la solución, por una parte en enfrentar lo difícil como hemos estado viendo últimamente en el blog, y sobre todo en la con-fusión. En la fusión dentro de sí mismo del adulto que es capaz de proteger, cuidar, buscar soluciones, dar cariño, estar presente y hacerse cargo de un niño (porque esta persona no tiene dudas de que sería capaz de hacer todo eso si estuviese cuidando a un sobrino suyo) y la parte de sí mismo que grabo miedos y vulnerabilidad hace años y que su cerebro sigue trayendo al presente. Si en vez de dejarse llevar por el niño o rechazarlo pusiese a su servicio las capacidades que tiene como adulto su parte niña se sentiría segura y dejaría de llamar la atención, con lo que su parte adulta podría manejar durante más tiempo su vida y tomar unas decisiones más adaptadas a tener la vida que desea, sin miedo, sin exceso de control y creando relaciones equilibradas en el dar y el recibir.
Ya solo queda crear alguna estrategia que haga que su cerebro entre en esa con-fusión que acepte y utilice su ser global para salir del miedo y la ansiedad en vez de tomar el camino automático de responder de las dos maneras ineficaces. Pero eso es algo que no puedo explicar, eso es algo que hay que hacer en consulta.
Como podéis ver en la hoja, profundizando más encontramos que su miedo tiene mucho que ver con su sensibilidad y con como fue sobreprotegido por su madre. ¿Es la sensibilidad algo negativo? La respuesta la daremos en un próximo post, aunque ya os anticipo que la respuesta es… no
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