Una fuerte emoción aturde, desorganiza el curso del pensamiento y se presenta como un certero disparo en el centro de la atención.
Si la emoción es de angustia, la necesidad urgente de escaparse es más importante que ocuparse de observar a qué apunta, qué se teme. La razón es sencilla: el trabajo de sobreponerse exigiría aguantar un rato la angustia hasta hacerla desaparecer razonablemente, por consiguiente optamos por una solución peor pero más rápida.
Si la emoción es de angustia, la necesidad urgente de escaparse es más importante que ocuparse de observar a qué apunta, qué se teme. La razón es sencilla: el trabajo de sobreponerse exigiría aguantar un rato la angustia hasta hacerla desaparecer razonablemente, por consiguiente optamos por una solución peor pero más rápida.
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