PSICOLAX

"Cuando sabes verdaderamente quien eres, vives en una vibrante y permanente sensación de paz. Puedes llamarla alegría, porque la alegría es eso: una paz vibrante de vida."

Eckhart Tolle

Wednesday, December 31, 2014

Tu carácter y el orden de nacimiento

MANUAL PRÁCTICO
Basado en las Investigaciones de
Ronald W. Richardson y Lois A. Richardson 

EN NUESTRA PÁGINA WEB INTELIGENCIA EMOCIONAL 
http://www.inteligencia-emocional.org/cursos-gratis/tu-caracter/index.htm

Monday, December 29, 2014

28 Derechos Asertivos

Algunas veces, Ud. tiene derecho a ser el primero.

Ud. tiene derecho a cometer errores.

Ud. tiene derecho a tener sus propias opiniones y creencias.

Ud. tiene derecho a cambiar de idea, opinión, o actuación.

Ud. tiene derecho a expresar una crítica y a protestar por un trato injusto.

Ud. tiene derecho a pedir una aclaración.

Ud. tiene derecho a intentar cambiar lo que no le satisface.

Ud. tiene derecho a pedir ayuda o apoyo emocional.

Ud. tiene derecho a sentir y expresar el dolor.

Ud. tiene derecho a ignorar los consejos de los demás.

Ud. tiene derecho a recibir el reconocimiento por un trabajo bien hecho.

Ud. tiene derecho a negarse a una petición, a decir "no".

Ud. tiene derecho a estar sólo, aún cuando los demás deseen su compañía.

Ud. tiene derecho a no justificarse ante los demás.

Ud. tiene derecho a no responsabilizarse de los problemas de los demás.

Ud. tiene derecho a no anticiparse a los deseos y necesidades de los demás y a no tener que intuirlos.

Ud. tiene derecho a no estar pendiente de la buena voluntad de los demás, o de la ausencia de mala idea en las acciones de los demás.

Ud. tiene derecho a responder, o no hacerlo.

Ud. tiene derecho a ser tratado con dignidad.

Ud. tiene derecho a tener sus propias necesidades y que sean tan importantes como las de los demás.

Ud tiene derecho a experimentar y expresar sus propios sentimientos, así como a ser su único juez.

Ud. tiene derecho a detenerse y pensar antes de actuar.

Ud. tiene derecho a pedir lo que quiere.

Ud. tiene derecho a hacer menos de lo que es capaz de hacer.

Ud. tiene derecho a decidir qué hacer con su cuerpo, tiempo, y propiedad.

Ud. tiene derecho a rechazar peticiones sin sentirse culpable o egoísta.

Ud. tiene derecho a hablar sobre el problema con la persona involucrada y aclararlo, en casos en que los derechos de cada uno no están del todo claros.

Ud. tiene derecho a hacer cualquier cosa, mientras no vulnere los derechos de otra persona.

Friday, December 26, 2014

Cómo usar el dinero para comprar felicidad

Esto es un resumen del artículo “If Money Doesn’t Make You Happy Then You Probably Aren’t Spending It Right”.
Si el dinero no te hace feliz, entonces probablemente no lo estás gastando bien
Elizabeth W. Dunn, de la Universidad de British Columbia
Daniel T. Gilbert, de la Universidad de Harvard
Timothy D. Wilson, de la Universidad de Virginia
Resumen
Basándonos en la investigación empírica, proponemos ocho principios diseñados para ayudar a los consumidores a obtener más felicidad con su dinero. En concreto, se sugiere que los consumidores (1) compren más experiencias y menos bienes materiales, (2) usen su dinero para beneficiar a otros en lugar de ellos mismos, (3) compren muchos pequeños placeres en vez de menos grandes, (4) eviten las garantías extendidas y otras formas de seguros caros, (5) posterguen el consumo; (6) consideren cómo características periféricas de sus compras pueden afectar su vida diaria; (7) tengan cuidado con la comparación al hacer compras, y (8) presten mucha atención a la felicidad de los demás.
Principio 1: Compra experiencias en lugar de cosas
La investigación sugiere que las personas son más felices cuando gastan su dinero en experiencias en lugar de cosas.
La gente es feliz al máximo cuando está pensando en lo que está haciendo, mientras que una mente “divagante” es una de las causas de felicidad disminuida. Y uno de los beneficios de las experiencias es que nos mantienen enfocados en el aquí y ahora.
Otra de las razones es que nos adaptamos a las cosas muy rápidamente. Después de dedicar días a elegir el piso de madera perfecto, los compradores encuentran que éste se convierten rápidamente en nada más que el suelo desapercibido bajo sus pies. Por el contrario, su recuerdo de ver a un bebé guepardo al amanecer en un safari africano sigue proporcionándoles placer.
Otra razón por la cual las personas parecen obtener más felicidad de las experiencias que de las cosas es que anticipan y recuerdan las primeras con mayor frecuencia que las segundas.
Las cosas nos dan la felicidad cuando las usamos, pero no tanto cuando sólo pensamos en ellas. Las experiencias dan felicidad en ambos casos, y algunas incluso pueden ser mejores contempladas que consumidas.
Somos más propensos a revisitar mentalmente nuestras experiencias que nuestras cosas, en parte, porque nuestras experiencias están más vinculadas con nuestra identidad.
Además, como las experiencias son tan únicas como la gente que las tiene, puede ser difícil comparar el paseo en bicicleta por el Ártico canadiense con la ruta del vino de California que podríamos haber hecho en su lugar, lo que nos salva de cavilaciones inquietantes sobre el camino no transitado.
Una última razón por la que las experiencias nos hacen más felices que las cosas es que las experiencias son más posibles de ser compartidas con otras personas, y las otras personas (como veremos a continuación) son nuestra mayor fuente de felicidad.
Principio 2: Ayuda a otros en lugar de a ti mismo
La calidad de nuestras relaciones sociales es un factor determinante de nuestra felicidad. Debido a esto, casi todo lo que hagamos para mejorar nuestras relaciones con los demás tiende a mejorar nuestra felicidad también, y eso incluye gastar dinero.
Aunque el gasto personal (cuentas y gastos, regalos para uno mismo) no está relacionado con la felicidad, la gente que dedica más dinero al gasto prosocial (regalos para otros, donaciones a la caridad) es más feliz.
¿Por qué el gasto prosocial produce tales beneficios en el bienestar? El gasto prosocial tiene un impacto poderoso en las relaciones sociales, y las relaciones sociales fuertes son fundamentales para la felicidad.
Gastar dinero en un amigo o un compañero romántico o dar a la caridad también proporciona una oportunidad para la autopresentación positiva, que se ha demostrado que produce beneficios para el estado de ánimo.
Los beneficios del gasto prosocial surgen independientemente de si las compras son materiales o de experiencias.
Principio 3: Compra muchos pequeños placeres en vez de pocos grandes
Si es inevitable adaptarse a los grandes placeres que el dinero puede comprar, entonces puede ser mejor disfrutar de una variedad de pequeños placeres frecuentes (cafés dobles, pedicuras de lujo, y medias de alta calidad) en lugar de invertir dinero en compras grandes tales como autos deportivos, vacaciones de ensueño, y boletos de primera fila para el concierto.
Esto no quiere decir que haya algo malo con las compras grandes. Pero ya que el dinero es limitado, puede ser mejor comprar dosis frecuentes de cosas agradables que dosis infrecuentes de cosas mejores.
Un paseo en calesita dos veces por semana durante todo el año puede ser mejor que un paseo anual en la montaña rusa.
Una razón por la que los pequeños placeres frecuentes le ganan a los grandes e infrecuentes es que es menos probable que nos adaptemos a los primeros.
Cuando un evento incluye novedad (nunca hemos experimentado el evento antes), sorpresa (no esperábamos que sucediera), incertidumbre (no estamos del todo seguros de lo que el evento es), y variabilidad (el evento va cambiando), hace que le prestemos más atención y nos adaptemos más lentamente.
Los pequeños placeres tienen más probabilidades de satisfacer estas condiciones que los grandes. Debido a que los pequeños placeres frecuentes son diferentes cada vez que ocurren, impiden la adaptación.
Otra ventaja de los pequeños placeres es que son menos susceptibles a la utilidad marginal decreciente. Comer una galletita de 20g no es el doble de placentero que comer una galletita de 10g. Comer dos galletitas de 10g en días diferentes puede ser mejor que comer una galletita de 20g de una sola vez.
La introducción de una discontinuidad temporal entre las experiencias mejora los efectos de la adaptación. Dos masajes más breves (interrumpidos por una pausa) es más agradable que un masaje continuo más largo.
Los individuos que tienen una mayor capacidad para saborear los placeres mundanos de la vida de todos los días son más felices que los que no. Esta capacidad de disfrutar, sin embargo, se reduce entre los individuos ricos. La riqueza promete el acceso a experiencias cumbre, que a su vez socavan la capacidad de saborear los pequeños placeres.
En resumen, no sólo son los pequeños placeres de la vida cotidiana una importante fuente de felicidad, sino que el acceso sin restricciones a experiencias cumbre en realidad puede ser contraproducente.
Principio 4: Compra menos seguros
Si la mala noticia es que nos adaptamos a las cosas buenas, la buena noticia es que nos adaptamos a las cosas malas también. La investigación sobre cómo las personas hacen frente a una amplia variedad de traumas y tragedias (desde ataques al corazón a ataques terroristas) sugiere que las personas no son seres emocionalmente frágiles, como a menudo imaginan ser.
Al igual que el sistema inmune nos protege de enfermedades físicas, el sistema inmune psicológico nos protege de malestares. Pero la investigación sugiere que la gente no sabe mucho acerca de su propio sistema inmune psicológico, y sobreestima su vulnerabilidad al afecto negativo.
Con frecuencia las empresas se aprovechan de esa ignorancia al ofrecer diversas formas de seguros contra la infelicidad, desde garantías hasta políticas de devolución, que proporcionan enormes beneficios para el vendedor y son malas apuestas para el comprador.
Comprar costosas garantías extendidas para protegerse contra la pérdida de bienes de consumo puede ser protección emocional innecesaria.
El sistema inmune psicológico tiene la capacidad de modificar los acontecimientos en una dirección positiva después de que se han producido, de modo de eludir el arrepentimiento. Las investigaciones demuestran que la gente es adepta a reconstruir los eventos con el fin de evitar la auto-culpa y el remordimiento.
Los consumidores, por supuesto, a menudo compran con el arrepentimiento futuro en mente. Lo que no saben es que sus cerebros ya están equipados con un mecanismo de reducción de infelicidad que pueden utilizar de forma gratuita.
Principio 5: Paga ahora y consume después
La costumbre de consumir ahora y pagar después socava el bienestar de dos maneras importantes. La primera es que lleva a la gente a adoptar un comportamiento con poca visión de futuro (acumular deudas, ahorrar poco para la jubilación, etc.), que a la larga, puede terminar arruinando sus vidas.
Una segunda razón se que se elimina la anticipación, y la anticipación es una fuente de felicidad gratis. La persona que compra una galletita y se la come enseguida puede obtener X unidades de placer de ella, pero la persona que guarda la galletita para más tarde obtiene X unidades de placer cuando finalmente la come, más todo el placer adicional de esperar ese momento.
La investigación muestra que las personas pueden disfrutar anticipando un evento próximo, incluso si el evento en sí no es del todo agradable. La gente ve las vacaciones de manera más positiva antes de la experiencia que durante la experiencia, lo que sugiere que la anticipación a veces puede dar más placer que el consumo, simplemente porque no está contaminada por la realidad.
Por supuesto, la memoria puede ser una poderosa fuente de felicidad también. Hay razones para creer, sin embargo, que la anticipación desencadena emociones más fuertes que el recuerdo. Por ejemplo, la gente se siente más feliz mientras anticipa sus próximas vacaciones que mientras recuerda las mismas vacaciones.
¿Por qué, entonces, el consumidor a menudo muestra un impulso hacia el consumo inmediato? Las personas creen que sus respuestas emocionales serán menos intensas en el futuro que en el presente. Este es un error de predicción afectiva que hace que la gente consuma inmediatamente y por lo tanto se pierda el placer de la anticipación.
Retrasar el consumo proporciona el beneficio de la anticipación, pero también puede promover la felicidad de otras dos maneras. Primero, cuando la gente selecciona bienes de consumo inmediato, se ven tentados por los vicios, como comida poco sana y entretenimiento fácil, que producen placer inmediato, pero carecen de beneficios o incluso conllevan costos a largo plazo. En comparación, el consumo postergado es más probable que promueva la elección de virtudes, las cuales producen bienestar más duradero (aunque sea menos inmediato).
Una segunda forma en la que retrasar el consumo puede promover la felicidad es que puede crear incertidumbre. Antes de comprar un producto, los consumidores en general tienen un cierto grado de incertidumbre acerca de qué producto van a seleccionar, cómo será, y cómo lo van a usar. Esta incertidumbre puede ayudar a contrarrestar el proceso de adaptación al mantener la atención centrada en el producto.
Principio 6: Piensa en lo que no estás pensando
Según una reciente encuesta, la mayoría de los canadienses sueña con tener una casa de vacaciones, de preferencia junto a un lago. Las características que destacan como importantes para su casa soñada son: tranquilidad, acceso a la pesca y la navegación, y vistas del atardecer.
Pero, teniendo una visión más amplia, hay muchos otros aspectos menos esenciales de tener esa casa que pueden influir en la felicidad de los propietarios, desde los mosquitos zumbando afuera, a problemas de cañerías en la zona del lago, a la vuelta a casa con niños soñolientos rascándose las picaduras de mosquitos. Bajo la suave luz de la imaginación, estos detalles desagradables, no esenciales, desaparecen de la vista, lo que podría sesgar las predicciones de los consumidores sobre el grado de felicidad que sus compras les darán.
Cuanto más lejos está una experiencia en el tiempo, más tendemos a pensar en ella de forma abstracta. Vemos el futuro lejano en formas sencillas y de alto nivel, y no en detalle.
La felicidad está a menudo en los detalles. En un día cualquiera, la experiencia afectiva es conformada en gran parte por las características de la propia situación actual (como experimentar presiones de tiempo en el trabajo o tener una cena tranquila con los amigos), en lugar de por circunstancias de vida más estables (por ejemplo, tener seguridad en el empleo, estar casado).
Con el tiempo, el estado de ánimo se predice mejor por las complicaciones y alegrías de la vida cotidiana que por eventos más importantes de la vida. Por lo tanto, al pensar en cómo gastar nuestro dinero, vale la pena considerar cómo las compras afectarán la forma en que pasamos nuestro tiempo. Por ejemplo, considera la posibilidad de elegir entre una casa pequeña, bien cuidada y una más grande que necesita reformas, de precios similares. La casa más grande puede parecer mejor negocio, pero si requiere cambiar tardes de sábado con amigos por tardes de sábado con plomeros, podría no ser tan buen negocio después de todo.
Por supuesto, después de comprar una casa nueva, nuestra felicidad dependerá también de los múltiples aspectos de la vida cotidiana que simplemente no están vinculados a la vivienda propia, desde tortas de cumpleaños y conciertos, a discos duros defectuosos y tostadas quemadas. Sin embargo, ya que esos detalles irrelevantes de la vida cotidiana se ocultan a la vista cuando enfocamos nuestros telescopios mentales en un evento importante en el futuro, podríamos con frecuencia estar sobrestimando el impacto emocional de un evento puntual.
Esto sugiere que los consumidores que esperan que una sola compra tenga un impacto duradero en su felicidad podrían hacer predicciones más realistas si simplemente pensaran en un día típico en su vida.
Principio 7: Cuidado con las compras por comparación
Hay sitios web que permiten buscar de todo y comparar una amplia gama de opciones dentro de una categoría determinada. De este modo, los consumidores pueden encontrar la mejor oferta en el producto más idóneo para sus necesidades.
Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que la comparación de compras a veces puede tener un costo. Esta comparación puede distraer a los consumidores de los atributos de un producto que serán importantes para su felicidad, centrando su atención en los atributos que distinguen a las opciones disponibles.
Antes de comprar una casa, las personas suelen examinar las especificaciones sobre las características de cada propiedad. A través de este proceso de comparación, las características que distinguen a una casa de otra pueden llegar a aparecer muy grandes, mientras que las similitudes se desvanecen en el fondo.
Como resultado, los compradores de vivienda pueden sobreestimar la felicidad que les dará una casa grande y hermosa en una excelente ubicación, frente a una casa más modesta, llevándolos a sacar un préstamo más grande de lo que pueden pagar.
Así, la comparación de compras puede centrar la atención de los consumidores en las diferencias entre las opciones disponibles (a menudo atributos irrelevantes para la felicidad), llevándolos a sobreestimar el impacto de elegir una opción más deseable frente a otra menos deseable, y puede incluso llevarlos a elegir una opción menos deseable.
Otro problema es que las comparaciones que hacemos cuando estamos de compras no son las mismas comparaciones que haremos cuando consumamos lo que compramos. Al momento de consumir el producto, ya no vamos a estar comparándolo con lo que no compramos. Las opciones que no elegimos se alejan hacia el pasado y ya no se usan como referencias de comparación.
Principio 8. Sigue a la manada
En Internet los consumidores pueden acceder a una enorme variedad de información para ayudarlos a elegir una película. Sin embargo, los consumidores podrían ignorar toda esta información sobre una película, y en su lugar, ver las calificaciones de los usuarios para saber cómo miles de visitantes del sitio calificaron la película.
La investigación sugiere que la mejor manera de predecir cuánto disfrutaremos una experiencia es ver cuanto la disfrutó otro.
En un estudio, se pidió a las mujeres predecir cuánto disfrutarían de una cita con un hombre en particular. Algunas de las mujeres vieron la fotografía del hombre y la autobiografía, mientras que otras vieron sólo una calificación de lo que una mujer anterior había disfrutado de una cita con el mismo hombre. Las que vieron la calificación hicieron predicciones más precisas que las que vieron la fotografía y la autobiografía.
Al parecer, François de La Rochefoucauld tenía razón cuando escribió: “Antes de poner nuestro corazón demasiado en algo, examinemos primero lo felices que son los que ya lo poseen“.
Otras personas nos pueden ofrecer una valiosa fuente de información, no sólo al decirnos lo que les ha hecho feliz, sino también proporcionándonos información sobre lo que piensan que nos hará felices.
Esto sugiere que un compañero de cena atento puede ser capaz de decir si disfrutaríamos del pescado o el pollo con sólo observar nuestras reacciones cuando estas opciones se presentan. En términos más generales, otras personas pueden constituir una fuente útil de información sobre los productos que nos producirán alegría, ya que pueden ver las reacciones no verbales que pueden escapar a nuestra propia notificación.

Wednesday, December 24, 2014

Steve Jobs

No pueden conectar los puntos mirando hacia el futuro; solamente pueden conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos de alguna manera se conectarán en su futuro. Tienen que confiar en algo – su instinto, su destino, su vida, su karma, lo que sea. Este enfoque nunca me ha decepcionado, y ha hecho la diferencia en mi vida.
En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No pierdan la fe. Estoy convencido de que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tienen que encontrar eso que aman. Y eso es tan válido para su trabajo como para sus amores. Su trabajo va a llenar gran parte de sus vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creen es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran trabajo es amando lo que hacen. Si todavía no lo han encontrado, sigan buscando. No se conformen. Al igual que con los asuntos del corazón, sabrán cuando lo encuentren. Y al igual que cualquier gran relación, mejora con el paso de los años. Así que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se conformen.
Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo parecido a “Si vives cada día como si fuera el último, algún día seguramente tendrás razón”. Me impresionó y desde entonces, durante los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: “Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy?” Y cada vez que la respuesta ha sido “No” por varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.
Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque casi todo – todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso – todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para no seguir a su corazón.
Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan viviendo la vida de otra persona. No se dejen atrapar por dogmas – es decir, vivir según el pensamiento de otras personas. No permitan que el ruido de las opiniones ajenas silencie su propia voz interior. Y más importante todavía, tengan el valor de seguir su corazón e intuición, que de alguna manera ya saben lo que realmente quieren llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Estas citas son parte del discurso que dio Steve Jobs en la Universidad de Stanford en 2005. Pueden leer el discurso completo en http://www.lostiempos.com/media_pdf/2011/10/06/298458_pdf.pdf.

Monday, December 22, 2014

Técnica de las tres columnas

El libro Sentirse bien, de David Burns, ofrece muchas técnicas cognitivo conductuales para mejorar nuestro estado de ánimo. En esta entrada vamos a ver la “técnica de las tres columnas”, un sencillo ejercicio que puede ser aplicado a un amplio rango de problemas.
Esta técnica tiene como propósito refutar los pensamientos ilógicos que surgen automáticamente cuando ocurre un evento negativo y reemplazarlos con pensamientos racionales.
Dividimos una hoja de papel en tres columnas. En la primera escribimos el pensamiento
que estábamos pensando cuando surgió el sentimiento negativo. Al principio puede ser un poco difícil identificarlo, pero con la práctica se volverá más obvio. No debemos escribir reacciones emocionales, sólo los pensamientos que crearon la emoción. Por ejemplo, no escribas “me siento mal“ porque no puedes refutar eso con una respuesta racional.
En la segunda columna, usando la lista de distorsiones cognitivas, identificamos los errores en este pensamiento.
Por último, en la tercera columna lo refutamos con argumentos racionales y realistas.
Esta técnica debe hacerse siempre por escrito, no mentalmente, ya que escribir hace que seamos más objetivos e identifiquemos más fácilmente nuestros errores mentales.
El siguiente ejemplo presenta el caso de una persona que se preocupa por lo que pensarán los demás si llega tarde a una reunión.
Pensamiento automáticoDistorsión cognitivaRepuesta racional
Nunca hago nada bien.Generalización excesiva¡Tonterías! Hago muchas cosas bien.
Siempre llego tarde.Generalización excesivaNo siempre llego tarde. Piensa en todas las veces que he llegado a tiempo. Si llego tarde más a menudo de lo que me gustaría, trabajaré en este problema y desarrollaré un método para ser más puntual.
Todos me van a mirar por encima del hombro.Lectura de mente
Generalización excesiva
Pensamiento todo o nada
Error del adivino
Alguien puede decepcionarse porque llegue tarde pero no es el fin del mundo. Quizás la reunión ni siquiera comience a tiempo.
Esto demuestra lo idiota que soy.EtiquetarVamos, no soy un idiota.
Voy a hacer el ridículo.Error del adivinoPuedo parecer tonto si llego tarde, pero esto no me hace un tonto. Todo el mundo llega tarde a veces.
Veamos ahora otro ejemplo, el de un estudiante universitario muy preocupado por hacer un trabajo final perfecto.
Pensamientos automáticosDistorsiones cognitivasRespuestas racionales
No hice un trabajo excelente.Pensamiento todo o nadaEl trabajo es bastante bueno aunque no sea perfecto.
El profesor va a notar las partes flojas.Filtro mentalProbablemente note las partes flojas, pero va a leer el trabajo completo. Hay algunas secciones bastante buenas.
Va a pensar que no me importó el trabajo.Lectura de menteNo sé si va a pensar eso. Si lo hiciera, no sería el fin del mundo. A muchos estudiantes no les importan sus trabajos. Además a mí sí me importa, así que si pensara eso, estaría equivocado.
Lo voy a decepcionar.Pensamiento todo o nada
Error del adivino
No puedo agradar a todo el mundo todo el tiempo. La mayor parte de mis trabajos le han gustado. Si se siente decepcionado por este trabajo final puede sobrevivir.
Voy a sacar una D o una F en el trabajo.Razonamiento emocional
Error del adivino
Me siento de esta forma porque estoy disgustado. Pero no puedo predecir el futuro. Podría sacar una B o una C, pero una D o una F no es muy probable.
Eso arruinaría mi registro académico.Pensamiento todo o nada
Error del adivino
Los demás meten la pata de vez en cuando, y no parece que arruine sus vidas. ¿Por qué yo no puedo meter la pata de vez en cuando?
Eso significaría que no soy el tipo de estudiante que debo ser.Debería¿Quién estableció la regla de que “debo“ ser de cierta manera siempre? ¿Quién dijo que estoy moralmente obligado a cumplir con algún estándar en particular?
Algunas personas se van a enojar conmigo. Seré un fracaso.Error del adivinoSi alguien se enoja conmigo, es su problema. No puedo estar agradando a la gente todo el tiempo. Es demasiado agotador. Convierte mi vida en algo tenso, restringido y rígido. Quizás haría mejor en establecer mis propios estándares y arriesgarme al enojo de alguien. Si me va mal en el examen, ciertamente no me convierte en un fracaso.
Entonces voy a ser condenado al ostracismo.Error del adivinoNo todo el mundo me va a aislar.
Si me quedo solo, estoy destinado a ser un desdichado.Descalificar lo positivoAlgunos de mis mejores momentos han sido cuando estoy solo. Mi “desdicha” no tiene nada que ver con estar solo, sino que proviene del miedo a la desaprobación y de perseguirme a mi mismo por no cumplir con estándares perfeccionistas.

Friday, December 19, 2014

El arbolito desde pequeñito…

En post anteriores hemos ido haciendo un recorrido por los deseos básicos y los deseos secundarios y dadas las muchas personas que habéis mostrado interés consultándonos acerca de los niños y niñas, queremos dedicar un post más a esos que con tamaños algunos más pequeños otras menos, engrandecéis cada día nuestra profesión y nuestro papel de madres, padres, abuelos, titas… Queremos dedicar una vez más unas palabras a los infantes, adolescentes y, cómo no, también a esos niños y niñas que viven en el interior de cada una de nosotras/os.
Siguiendo a Roberto Aguado y basándonos en nuestra experiencia y el trabajo que desde hace años llevamos realizando desde AVATAR PSICÓLOGOS, apoyamos la teoría de que cuando los deseos básicos no son realizados en la infancia con la ayuda de nuestro o nuestros referentes (generalmente padres y madres) crecemos con unas carencias que, como indicábamos en post anteriores, vamos supliendo con los deseos básicos secundarios dándonos una “segunda oportunidad”, una solución que, en muchas ocasiones, más que ayudar se convierte en un problema, en un sufrimiento.
A diferencia de los pequeños, los adultos cuando sentimos que algo no funciona en nuestras vidas ponemos en marcha unas señales de alarma que nos avisa de que algo “no va bien” y podemos hacer uso de nuestras herramientas de mayores para pedir ayuda y encontrarla dentro o fuera de nosotros/as. De algún modo, es más comprensible socialmente que nos sintamos tristes, deprimidas, llenos de miedo y expresarlo a otros adultos que, en momentos determinados, nos puedan “acompañar” para volver a “coger” las riendas de nuestras vidas.
Quién de nosotros, tras un día intenso, no se ha parado a observar a un niño o a una niña en su camita durmiendo y ha pensado irónicamente alguna vez: “qué vida más dura”, todo hecho, sin responsabilidades…
Socialmente nos cuesta aceptar que puedan estar profundamente tristes, deprimidos, que les afecten separaciones “con lo bien que lo estamos llevando y sin haber llorado en ningún momento tras la noticia”, que se vuelvan más rebeldes con las llegadas de nuevos hermanitos y hermanitas “con lo bueno que era mi niño y las ganas que tenía de su hermanita”…
Aunque cada vez los adultos somos más conscientes de permitir que nuestros pequeños expresen sus emociones, será muy complicado que, como podríamos hacer los mayores en muchos casos, puedan verbalizarnos que tienen miedo. Por ejemplo, si una vez la madre que lo vio nacer lo abandonó, su cerebro emocional grabará a fuego que tú que eres su madre adoptiva también podrías; les cuesta explicar con palabras que están terriblemente tristes porque en el colegio le insultan o porque escuchan diariamente las cosas que hacen mal y no saben de qué otro modo hacerlo para escuchar un refuerzo positivo de sus referentes.
Por ello, en vez de expresarlo claramente con palabras, su cerebro que es muy sabio y vela por su supervivencia empieza a crear señales de alarma que hará que los adultos estemos más pendientes de ellos y ellas para tras “dar palos de ciego” ser conscientes de que algo no va bien.
¿Qué tipos de señales? Es muy habitual que a consulta acudan familias preocupadas porque el rendimiento académico de su hijo o hija haya disminuido considerablemente indicando que ya han trabajado con una profesora particular técnicas de estudio, responsabilidad, organización, concentración… sin mejora alguna a pesar de que el pequeño haya puesto mucho de su parte. Es habitual también las consultas de padres y madres que indican que tras un control adecuado de esfínteres desde los 2 años, de repente, la hija/o vuelve a hacerse pis en la cama situación que además le afecta socialmente porque no quiere quedarse a dormir en casa de las “amiguitas/os”. Más ejemplos habituales que rescatamos son los siguientes: le duele mucho la cabeza, la barriga, se marea… Hemos ido o estamos acudiendo a numerosos especialistas médicos que nos indican que a nivel orgánico todo va bien; las famosas rabietas y las mentiras, justo cuando más apuro dan ¡en el parque!, ¡en la tienda!, ¡en el cumple donde están los demás niños y sus respectivas madres! (qué pensarán, qué vergüenza), ¡delante de los suegros/as, los abuelos/as que en no pocas ocasiones aprovechan para decirnos…“si es que a los niños de hoy se lo consentís todito todo, luego pasan las cosas que pasan…” (Siendo luego ellos/as los que más mimos y más privilegios les dan, dígase de paso cariñosamente y haciendo un paréntesis para halagar a todos los abuelos y abuelas que ayudan a sus hijos e hijas a criar a los nietos/as).
Como vemos, son solo unos pocos ejemplos de las muchas señales que, descartado el origen orgánico e intervención médica, dejan entrever que algo en la vida del pequeño/a le genera inseguridad y pide “sin gritar, gritando” que un adulto lo contenga, lo comprenda, lo “abrace”, le ponga límites desde el cariño, le transmita que lo quiere incondicionalmente aunque le regañe, que le dé una segunda, tercera y hasta cuarta oportunidad (para que de mayor no tenga que inventársela…), permitiéndoles como dice John Gray “equivocarse para que puedan autocorregirse, aprender de sus errores y alcanzar un mayor éxito”.
Trabajar con los niños/as es un lujo pero, permítanme que les diga, trabajar con sus padres y madres, con vosotros/as, es aún mejor. Los objetivos que nos proponemos en equipo con un compromiso de participación mutua, vislumbra resultados positivos mucho más rápido que si se trabajase solo con los pequeños. No olvidemos que sois sus figuras referentes responsables de que puedan cumplir sus deseos básicos y, sin duda, las personas que le pueden aportar la mayor seguridad y amor posible.
Es gratificante encontrar familias sin miedo a pedir ayuda y abiertas a encontrar juntas nuevos caminos que les permitan conseguir lo que se proponen convirtiéndose en los padres y madres con el éxito que siempre han deseado. Familias, que tras tocar fondo aprovechan la profundidad y su base sólida para flexionar una vez más sus piernas e impulsarse con todas sus fuerzas e ilusión y volver a intentarlo de otro modo.
Porque, ser los buenos padres y madres que deseamos no es fácil ¿verdad?, lo sabemos, nadie nació sabiendo ni tampoco se dignó nunca la cigüeña a traernos el manual de instrucciones para hacer bien nuestro papel y ponérnoslo “chupado”, de eso nada, curiosidad de la vida de la que nos alegramos mucho porque ese “no saber sabiendo” es, precisamente, el regalo más maravilloso, es la magia de ser padres o educadores, vamos creciendo como personas, vamos mejorando cada día mientras ayudamos a nuestros arbolitos a que se hagan mayores, a que crezcan seguros de sí mismos, apoyados en una raíz fuerte capaz de soportar las bienvenidas tormentas, huracanes y plagas, esas experiencias que bien procesadas a nosotros/as nos hicieron ser del “tamaño” que somos, experiencias que, desde pequeños les ayudan a que su autoestima se desarrolle, a que aprenda a frustrarse, aprenda a ser asertivo para conseguir lo que desea a que sea responsable de lo que está en su mano y no se centre en lo que hagan los demás.
Y si esto es lo que queremos y lo que deseamos, ¿por qué parece que en no pocas ocasiones conseguimos lo contrario? En muchos de los cursos impartidos a familiares y docentes, Antonio de Dios transmite un mensaje corto pero que consideramos muy impactante para abrirnos a la reflexión: “Si para alcanzar un objetivo que deseas con todas tus fuerzas haz probado una y otra vez y otra y otra la misma estrategia sin conseguir lo deseado, va siendo hora de que pruebes a hacer algo diferente”.
¿Cuántas veces has comentado que por más que lo intentas hablando o castigando a tu hijo o hija sigue portándose mal…? Qué tal si probamos algo diferente, puede que la herramienta sea la idónea pero quizá debemos cambiar aspectos que se nos escapan, el tono, el tiempo, la consecuencia a corto plazo, el regañar desde la seguridad y no desde el enfado…
Vivamos nuestra labor de cuidadores y educadores como si fuese un experimento, en el que todo va a salir bien. Por tanto, no tengas miedo de experimentar con estrategias nuevas, libérate del pavor a equivocarte porque cuando las cosas se hacen con el amor extraordinario que sentís las madres, padres, familiares, profesionales… es imposible fallar. Recuerda que cada vez que algo no funcione y seas consciente de ello, será una estupenda oportunidad para promover el cambio utilizando otras herramientas. Recuerda que con cada “error” transformado en una nueva oportunidad le estarás brindando un ejemplo a los más pequeños que interiorizará y le hará sentir que puede equivocarse y no por ello es menos válido, que todos podemos equivocarnos y volver a intentarlo mil veces más.
A través del ejemplo, educamos a nuestros hijos/as, así que si alguna vez le has exigido que reconozca un error pregúntate antes si delante de él o ella te atreviste a reconocer que tú te equivocaste ese día; si alguna vez te preguntas por qué nunca pidió ayuda y nunca te lo contó, haz una reflexión sobre las veces que tú te atreviste a pedírsela a otros/as, recordemos que con cada ejemplo le enviamos un mensaje, permitamos que nuestros niños, niñas y adolescentes asocien el pedir ayuda a ser valientes y que como tú, su referente, ellos/as también podrán hacerlo si alguna vez lo necesitan.
Démosles primero lo que esperamos recibir.
Terminamos este post dedicándoles estas palabras a todas aquellas personas que con el papel que les “ha tocado” acompañan a los más pequeños y adolescentes en la difícil labor de la educación y la salud; a esas sonrisas infantiles que llenan de luz y alegría nuestras almas cada día siendo el motor de muchas vidas; y, especialmente, a un vecino muy querido que precisamente hace unos meses, antes de decirnos adiós para descansar en paz, me regaló con sus palabras y emoción la reflexión de que son muchos los barcos cuyo motor son los niños y niñas:
A Manolo, le encantaba cada fin de semana navegar con su barco por las aguas malagueñas de Fuengirola y hace unos meses le sorprendió una enfermedad que lo dejó tumbado, su mujer me comentaba en la escalera que lo que le daba tristeza era no poder ver a su nieto y a su nieta y recogerlos del cole. Un día, lo encontré dando un paseo y tras preguntarle cómo se encontraba, me comentó con ojos brillantes llenos de luz “yo no sé qué me pasa con estos niños/as, hoy he hablado con la mayor y me ha dado la vida…”.
Y es que citando a John Gray en su libro… ¡“Los niños vienen del cielo”!

Wednesday, December 17, 2014

Enseñar a gestionar la frustración

El problema de sobreproteger a los más pequeños y evitarles el fracaso es que no estarán preparados para cuando eso ocurra. Deben aprender a enfrentarse a las situaciones negativas, y nosotros a estar a su lado como acompañantes.Aunque a veces lo más sencillo (y, probablemente, lo que más nos apetezca) sea evitar al niño las situaciones arriesgadas, peligrosas o molestas; éste es un comportamiento que no le aportará nada bueno en el futuro. ¿Quieres saber por qué?
Gestionar la frustracion | Tiching
La sobreprotección deja al niño sin herramientas ni recursos propios para enfrentar el fracaso, ya que siempre acaba consiguiendo lo que quiere y no vivencia experiencias negativas, por lo que tampoco aprende a enfrentarse a ellas.
Enseñar a gestionar la frustración es una tarea complicada, tanto en casa como en clase, pero necesaria. El objetivo al final es enseñar a nuestro alumnado a ser felices, y para ello es necesario saber afrontar los errores y aprender de ellos. ¿Te faltan ideas para empezar? Te recomendamos algunas pautas a tener en cuenta:
  1. Da la vuelta a los fracasos: ¿Y si dejamos de hablar de fracasos y hablamos de nuevos retos? Todas las cosas que no salen como esperábamos son una nueva oportunidad de aprendizaje, lo importante es darse cuenta de dónde nos hemos equivocado para que no vuelva a ocurrir.
  2. Competir no es el objetivo: Potencia las actividades cooperativas en tu aula, que ganar no sea la principal motivación. Los valores que transmitimos de esta forma son mucho más constructivos y positivos, tanto para los más pequeños como para la sociedad en la que vivirán. No obstante, si incluyes algún juego competitivo, aprovecha para que aprendan a perder y a ganar, respetando siempre al contrario.
  3. Deja que vivan sus propias frustraciones: Intenta no pararles cuando estén a punto de equivocarse, deben hacerlo para poder aprender de ello. Así, además, fomentarás su iniciativa personal, su autonomía y evitaremos que tengan miedo a hacer las cosas por sí mismos. Son todo ventajas, ¿verdad?
  4. Marca objetivos razonables, pero que requieran esfuerzo: Adapta los retos a su edad y sus capacidades, pero confiando en que pueden llegar bien lejos. Acompáñalos durante el proceso, para recordarles que lo deben seguir intentando y deben abandonar ante la primera dificultad.
  5. Habla con ellos sobre cómo se sienten: Dales ocasión para que compartan sus sentimientos, sus errores y sus fracasos. Razonad juntos, para que entiendan lo que ha pasado y lo que ha salido mal. Será necesario haber creado previamente un clima de confianza y apoyo.
¡No te pierdas estos recursos!
  • Emociones y sentimientos: Interesante actividad que forma parte de un bloque cuyo objetivo es aprender a ser conscientes de lo que cada uno siente en diferentes situaciones y saber expresarlo.
  • Dibujos de emociones: Un recurso que consiste en un conjunto de cuatro dibujos que ponen de manifiesto las emociones que están experimentando unos personajes, relacionadas con la rabia.
  • La oveja pelada: Un genial cortometraje con una interesante lección. ¡Prueba a tomarte con perspectiva los problemas! Así la mayoría de ellos parecerán mucho más pequeños :)

Friday, December 12, 2014

7 consejos para trabajar la autoestima en clase

Comenzamos la semana temática de la educación emocional con uno de los temas más importantes: la autoestima, pilar central para trabajar prácticamente todos los demás aspectos de este proceso. ¿Te lo vas a perder?La autoestima es un ingrediente imprescindible para lograr tener una educación emocional sana y completa. Modela la forma en que las personas se ven a sí mismas, e influye en todas las áreas de la vida, ¿cómo no trabajarla también en nuestras clases?
Tecnicas autoestima | Tiching
Fortaleciendo la autoestima de nuestros estudiantes logramos que en el futuro lleguen a ser personas seguras, que sean capaces de mostrar sus mejores habilidades y sacar lo mejor de sí mismos. Para ello, te traemos algunas propuestas para ayudarte a conseguirlo, ¡lo mejor es que puedes empezar a ponerlas en práctica desde hoy mismo!:
  1. Utiliza siempre frases motivadoras: Es muy importante felicitar siempre por el trabajo bien hecho, dar muestras de aprecio, y elogiar los aspectos más positivos de cada uno. Y si necesitas hacer una crítica, recuerda que debe ser siempre una crítica constructiva. ¿Te apetece empezar con una actividad en la que reflexionéis juntos sobre 15 frases para aumentar la autoestima?
  2. Ponles retos: Las responsabilidades contribuyen a la autoestima, ya que les hace pensar que son capaces de realizar diferentes actividades y cumplir los objetivos, sintiéndose útiles e importantes. Los retos, eso sí, deben ser adecuados a su edad y capacidades. ¡Y no olvides ayudarles a superar la frustración si no llegan a conseguirlo!
  3. Si hace algo negativo: En ese caso, es básico criticar el hecho, y no al estudiante. Decir “eres un vago”, “no trabajas” o “no entiendes nada” solo contribuye a etiquetar al niño y hacer que asimile las críticas como cualidades de sí mismo y, por tanto, las que le definen.
  4. Trabaja su autoconocimiento: Ayudarles a conocerse bien a sí mismos les permitirá conocer sus puntos negativos y positivos, además de a potenciar los buenos e intentar mejorar los malos.
  5. No hay errores, solo ocasiones de seguir aprendiendo: Es necesario también enseñarles a superar la frustración, a ser capaces de levantarse después de que no salgan las cosas como lo esperaban, a perder el miedo al fracaso. ¡Los miedos únicamente paralizan!
  6. Cree en ellos: Solo así ellos serán también capaces de creer en ellos mismo. Transmíteles la capacidad de creer en sus sueños y así podrán conseguir todo aquello que se propongan .
  7. Mejora tu propia autoestima: Lo dejamos para el final, porque quizá es uno de los consejos más difíciles. Sin embargo, es obvio que, si no conseguimos primero vernos positivamente a nosotros mismos, será casi imposible lograrlo con los demás. ¡Todo un reto al que enfrentarse!
Algunos recursos interesantes
  • Dinámicas para trabajar la autoestima en adolescentes: Echa un vistazo a este taller repleto de actividades interesantes. Y, si te has quedado con ganas de más, no te pierdas estasdinámicas de grupo, que permitirán que aprendan unos de otros.
  • Actividades de autoconocimiento: Te recomendamos este test de autoestima, para reflexionar y hablar con tus estudiantes sobre la imagen que tienen de ellos mismos.  Tampoco puedes perderte este genial recurso interactivo ni esta webquest relacionada (en gallego).
  • Cuentos para pensar: Para tratar el tema con los más pequeños, seguro que te parecerá muy útil la historia del Caracol Col Col, un cuento infantil narrado para fomentar la autoestima.

Wednesday, December 10, 2014

La educación emocional en la primera infancia


Desde los primeros meses de vida los niños y niñas ya saben reconocer las emociones, y diferenciar las positivas de las negativas. Como adultos, podemos ayudarles a aprender a gestionarlas, algo que les será de gran utilidad a lo largo de toda su vida. ¿Quieres saber más?El desarrollo emocional es de vital importancia en el desarrollo de los niños y niñas, ya que sólo de esta forma podrán llegar a enfrentar satisfactoriamente los retos que surjan en su vida como adultos.
Educacion emocional | Tiching
Los más pequeños, de 0 a 6 años, también necesitan ayuda para saber qué les pasa, confiar en que podrán afrontarlo y tener las herramientas para poder hacerlo. Un trabajo que idealmente se debería realizar tanto en casa como en el centro educativo y, de ser posible, siguiendo unas líneas similares para no confundir al niño.
¿No sabes por dónde empezar? A continuación te proponemos algunos consejos:
  1. Enséñales a identificar las emociones: Éste es el primer paso, ya que sólo mediante el reconocimiento de las emociones, podrán controlar las negativas y potenciar las positivas. Además, entenderán que puede expresarlas sin problema, y que su entorno también lo hace.
  2. Las emociones no son buenas ni malas: Intentar evitar u ocultar las emociones negativas únicamente provocará frustración en los más pequeños. Es necesario que entiendan que todas las emociones son legítimas, que tienen derecho a sentir lo que sienten, pero a la vez deben aprender a controlar las negativas. ¡Que sean ellos quienes controlen las emociones y no al contrario!
  3. Verbaliza y traduce sus sentimientos: Aún no serán capaces de distinguir exactamente qué es lo que sienten, o lo harán de manera errónea (pueden confundir la tristeza con el enfado, el miedo con la agresividad, el miedo con el asco…). Es por ello importante que les expliques lo que sienten de forma tranquila.
  4. Sé el mejor ejemplo: La mejor manera de que aprendan a gestionar sus emociones es si están rodeados de personas que también lo han conseguido. Aprende tú también a controlar tus enfados, a hablar de tus sentimientos, a permitirte llorar en los malos momentos (aunque ellos estén delante), o a mostrar tu afecto y amor a aquellos que más quieres. Lo agradecerán ellos, pero seguro que tú también.
  5. Infórmate y busca nuevas ideas: Es importante que estés siempre actualizado y bien informado, buscando respuestas a los problemas que te vayan surgiendo y compartiendo con otros tus dudas y frustraciones. Para ello, te recomendamos que leas habitualmente revistas especializadas en el tema o sigas el grupo de interés relacionado en Tiching.
Algunos recursos interesantes
  • Jugar a descubrir emociones: Un juego para enseñar a identificar las emociones que motivan su conducta.
  • Trabajar el miedo: Propuesta de trabajo en torno a los miedos de los más pequeños, que les invita a participar de esta emoción, reconociéndola, expresándola y compartiéndola.
  • El cuento de las emociones: Cuento que trata sobre los diferentes sentimientos para aprender a identificarlos.
  • La expresión del rostro: Recurso dedicado a la interpretación de los sentimientos y las emociones que se expresan con la cara.
  • Expresar la rabia: Un artículo con algunos consejos para enseñar a los más pequeños a gestionar este sentimiento.
Y si te has quedado con ganas de más, te recomendamos que eches un vistazo a este completocatálogo de recursos, repleto de actividades y consejos sobre la educación emocional infantil.

Monday, December 8, 2014

Enseñar a gestionar la frustración

El problema de sobreproteger a los más pequeños y evitarles el fracaso es que no estarán preparados para cuando eso ocurra. Deben aprender a enfrentarse a las situaciones negativas, y nosotros a estar a su lado como acompañantes.Aunque a veces lo más sencillo (y, probablemente, lo que más nos apetezca) sea evitar al niño las situaciones arriesgadas, peligrosas o molestas; éste es un comportamiento que no le aportará nada bueno en el futuro. ¿Quieres saber por qué?
Gestionar la frustracion | Tiching
La sobreprotección deja al niño sin herramientas ni recursos propios para enfrentar el fracaso, ya que siempre acaba consiguiendo lo que quiere y no vivencia experiencias negativas, por lo que tampoco aprende a enfrentarse a ellas.
Enseñar a gestionar la frustración es una tarea complicada, tanto en casa como en clase, pero necesaria. El objetivo al final es enseñar a nuestro alumnado a ser felices, y para ello es necesario saber afrontar los errores y aprender de ellos. ¿Te faltan ideas para empezar? Te recomendamos algunas pautas a tener en cuenta:
  1. Da la vuelta a los fracasos: ¿Y si dejamos de hablar de fracasos y hablamos de nuevos retos? Todas las cosas que no salen como esperábamos son una nueva oportunidad de aprendizaje, lo importante es darse cuenta de dónde nos hemos equivocado para que no vuelva a ocurrir.
  2. Competir no es el objetivo: Potencia las actividades cooperativas en tu aula, que ganar no sea la principal motivación. Los valores que transmitimos de esta forma son mucho más constructivos y positivos, tanto para los más pequeños como para la sociedad en la que vivirán. No obstante, si incluyes algún juego competitivo, aprovecha para que aprendan a perder y a ganar, respetando siempre al contrario.
  3. Deja que vivan sus propias frustraciones: Intenta no pararles cuando estén a punto de equivocarse, deben hacerlo para poder aprender de ello. Así, además, fomentarás su iniciativa personal, su autonomía y evitaremos que tengan miedo a hacer las cosas por sí mismos. Son todo ventajas, ¿verdad?
  4. Marca objetivos razonables, pero que requieran esfuerzo: Adapta los retos a su edad y sus capacidades, pero confiando en que pueden llegar bien lejos. Acompáñalos durante el proceso, para recordarles que lo deben seguir intentando y deben abandonar ante la primera dificultad.
  5. Habla con ellos sobre cómo se sienten: Dales ocasión para que compartan sus sentimientos, sus errores y sus fracasos. Razonad juntos, para que entiendan lo que ha pasado y lo que ha salido mal. Será necesario haber creado previamente un clima de confianza y apoyo.
¡No te pierdas estos recursos!
  • Emociones y sentimientos: Interesante actividad que forma parte de un bloque cuyo objetivo es aprender a ser conscientes de lo que cada uno siente en diferentes situaciones y saber expresarlo.
  • Dibujos de emociones: Un recurso que consiste en un conjunto de cuatro dibujos que ponen de manifiesto las emociones que están experimentando unos personajes, relacionadas con la rabia.
  • La oveja pelada: Un genial cortometraje con una interesante lección. ¡Prueba a tomarte con perspectiva los problemas! Así la mayoría de ellos parecerán mucho más pequeños :)

Friday, December 5, 2014

LA VIDA ES UN ESPEJO


La vida me ha enseñado que la gente es amable, si yo soy amable; que las personas están tristes, si estoy triste; que me quieren, si yo los quiero; que son malos, si yo los odio; que hay caras sonrientes, si les sonrío; que hay caras amargas, si estoy amargado; que el mundo está feliz, si yo soy feliz; que la gente es enojona, si yo soy enojón; que las personas son agradecidas, si yo soy agradecido. La vida es como un espejo: Si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa. La actitud que tome frente a la vida, es la misma que la vida tomará ante mí. "El que quiera ser amado, que ame". Mahatma Gandhi

Wednesday, December 3, 2014

El principio del camino

El camino que me trajo hasta aquí comenzó aproximadamente hace unos veinte años. Simplemente, en un cierto momento de mi vida, empecé a sentirme mal. Muy poco a poco al principio, para qué abusar. Tan solo algunas molestias estomacales. Un cierto malestar general.
Hacía malas digestiones. Notaba una cierta angustia persistente en la boca del estómago. Era incómodo y molesto caminar por ahí así. Era desagradable estar simplemente sentado. Ese nuevo estado comenzó a instalarse lenta para inexorablemente en mí. Cada vez un poquito más. Algo así como una especie de hábito. “Oh, vaya, hoy también me siento mal”, pensaba.
Empecé a dormir mal. Me tumbaba en la cama y comenzaba a dar vueltas. Poco a poco, con el paso de los meses, y de una manera imperceptible aunque firme, mi vida se fue convirtiendo en un verdadero infierno. Había empezado la carrera de ingeniería industrial y mi día a día se tornaba, poco a poco, en una pesadilla.
Llegué a un cierto punto en el que pasé quince días durmiendo apenas unas pocas horas al día. Cada noche iniciaba el mismo ritual: me tumbaba en la cama y daba vueltas sobre mí mismo hasta que terminaba por encender la radio, y permanecía mirando el techo hasta que perdía el conocimiento más allá de las seis de la mañana. Un rato después, me despertaba.
Cuando abría los ojos me sentía completamente destrozado. Carecía de energía. Sentía en la boca del estómago una mano invisible que me aprisionaba las tripas. Pensar en prepararme para ir a la universidad y pasar a través de cada una de las clases y prácticas de ese día era una tarea que me aplastaba contra la cama. Me sentía impotente ante el mundo, incapaz de levantarme y hacer lo que tenía por delante. Con veinte años, eso es una putada. Me sentía miserable.
Sentía náuseas y mareos a menudo. Un poco después, ya estaba harto. Fui a un neurólogo; todo estaba bien con el hardware. Igualmente, me encontraba mal. Daba igual lo que hiciera. Daba igual con quién estuviera. Un profundo malestar me acompañaba adonde quiera que fuera. Sentía que el mundo tiraba de mí en todas direcciones y que yo era un pelele. A veces se me rasgaban las costuras. Incluso así, me levantaba cada mañana realmente pronto, me iba a la universidad y me sentaba en el pupitre mientras un profesor tras otro me sumía en un profundo trance. En mi mente, yo estaba en cualquier otro lugar menos en ese. Todavía quedaban muchos años para que llegara a la hipnosis, pero ya estaba practicando.
Dudé algunas veces sobre si terminaría la carrera o no. No porque fuera demasiado difícil; sabía que la terminaría de una u otra manera antes o después, sino porque me preguntaba qué sentido tenía todo aquello. Era demasiado trabajo para algo que me interesaba tan poco. Me interesaba mucho más, por ejemplo, la revista de la escuela: Biela. Empecé a escribir y a dibujar. Aquello empezó a darle un sentidoa levantarme por las mañanas. ¡Una mano invisible apretándome las tripas no me iba a detener!
Finalmente, entre unas cosas y otras, después de muchos saltos y de un muy mal viaje, acabé la carrera. Permíteme utilizar el último examen que hice, para la asignatura de Máquinas Hidráulicas, pues ilustra en gran medida una buena parte de mi vida durante la carrera.
Había aprobado ya todas las demás materias. Sólo quedaban las máquinas hidráulicas por finiquitar.
El calendario se presentaba favorable: dispondría de tres semanas completas para preparar la asignatura; mucho más tiempo del que alguna vez había podido dedicar a cualquier otra parcela del saber industrial. Me puse con ello, precisamente, a toda máquina hidráulica.
Para ese último examen estudié tres semanas seguidas durante diez horas cada día. Me senté con mis libros, cada mañana, para iniciar una maratoniana jornada. Sólo paraba para comer, mear, cagar y atender algunas otras necesidades básicas. Esto hace, en suma, más de 210 horas de estudio continuo. Con esto quiero decir que, cuando me presenté a ese último examen, algo sabía de lo que estaba haciendo. De hecho, me sentía preparado.
Resolvía problemas uno detrás de otro. Se trataba de una de las asignaturas más difíciles de la carrera. Su fama resonaba entre las paredes de la escuela. Resolví y resolví problemas hasta que las tuberías y los rodetes me saleron por las orejas a una presión de tres bares por centímetro cuadrado y a una velocidad relativa de tres metros por segundo. Eso hace unos buenos chorros.
Cuando llegó el día señalado y acudí al aula y me senté y recibí el examen, lo primero que me pregunté fue si me había equivocado de lugar y estaba en la prueba para otra asignatura. Miré a mi alrededor. Vi al profesor. Estaba en el lugar correcto. Hojeé el examen.
Sentí impotencia. Sentí rabia. Sentí odio. Cuando hube sentido todo eso, entonces me puse a resolver los problemas.
Hice lo que pude. Resolví aproximadamente el 60% del examen. Eso no hacía mucho para aprobar. Para el 40% restante, mi mente simplemente carecía de referencias internas a las que poder recurrir para responder a lo que me estaban pidiendo. Las preguntas me sonaban a “¿De que color es unmuchuflí?”, “¿Para qué sirve un guijondrio?”, “¿Cuántos cuchuflines cítricos contienen cien mil toneladas de rifostros?”.
Años después, todavía muchas veces, cuando pude dormir de nuevo por las noches, soñaría agónicamente que había olvidado alguna asignatura y que realmente no había terminado la carrera, lo que me llevaba a regresar a la escuela de ingeniería industrial para hacer más exámenes. Entonces, mi cerebro no comprendía algo tan sencillo como esto: una vez fue suficiente.
En mis sueños estaba sentado en un pupitre. A mi alrededor había otras personas tomando la prueba. Podía ver las paredes del aula. Me repartían un examen. Lo miraba con los ojos como platos. Podía ser cualquier cosa que yo desconociera. Podía incluso carecer de sentido. Freud se hubiera chupado los dedos. Al menos no tenía peces en mis sueños.
Terminé la prueba y regresé a casa completamente destrozado. Habiendo resuelto el 60% del examen, mis probabilidades de aprobado eran realmente bajas. Probablemente un 20% de eso estaría mal. Simplemente había respondido lo primero que me había venido a la cabeza:
El muchuflí es verde.
Un guijondrio sirve para despiezar un neoclándex.
Cien mil toneladas de rifostros contienen exactamente 250.001 y medio cuchuflines cítricos, ya que se puede partir medio cuchuflín en dos con un cuchillo de cocina y añadirlo a la cuenta en virtud de la eficiencia capacitiva de los cuchuflines.
Si le das la oportunidad, tu mente te da respuestas. Es una de sus facultades más fáscinantes, y es la base de la creatividad. Sólo tienes que darte permiso. Puedes hacerlo.
Ahora, durante los quince días que se tomó el profesorado en corregir los exámenes, evaluarlos y colgar las notas en el tablón de corcho del pasillo del departamento, yo estuve en una superposición de estados cuánticos: había acabado la carrera y no la había acabado, y ambas cosas simultáneamente. Ahora había terminado la carrera, ahora no. Ahora sí, ahora no. Pensar así es una buena manera de volverse loco; la pregunta es cuánto. De ahí la superposición.
Mientras esperaba las notas, se dio de nuevo lo que bauticé con el nombre de “El fantástico efecto del examen aprobante”. Era verdaderamente curioso: mi percepción de las probabilidades de aprobar cualquier examen era directamente proporcional al tiempo transcurrido desde que lo hubiera hecho.
Si pensaba en si aprobaría al salir del aula, me decía “Ni de coña”. Dos días más tarde, esto empezaba a cambiar: pensaba y me decía “Hmmmm… ahora que reviso el examen y veo esto… hmmmm… esto lo hice bien… y esto también…”. En mi mente, revisaba el examen, tomaba las imágenes de las cosas que había resuelto correctamente y las hacía más grandes y las ponía en primer plano. Después de un par de semanas de procesamiento inconsciente, estas imágenes de mis logros eran tan grandes que tapaban todo lo demás. Así que, cuando lo pensaba de nuevo, iba a aprobar seguro: de hecho, sacaría casi un 9. Ese era “el fantástico efecto del examen optimista”.
Por supuesto, también esta vez terminé pensando que iba a aprobar. Apenás me bastó un par de días esta vez. Después de todo, había explicitado mis corruginos de acuerdo a la norma, había entrado por las tablas pertinentes para seleccionar el tamaño apropiado del gorrainer y había multiplicado por losfactores de birburración correctos. Como mínimo merecía aprobar.
Cuando salieron las notas, acudí al departamento. Caminé por el pasillo hasta el corcho en la pared. Recorrí la lista desde arriba usando el dedo hasta que encontré mi nombre. Entonces mis ojos comenzaron a moverse hacia la derecha… muy… lentamente… Un cuatro y medio en el problema de los forrestros… Un ocho en el caso de las firripias… ¡Si había explicitado los cuartos paramétricamente! Me habían dado dos puntos por los cuchiflines cítricos. Ciertamente mi arte no estaba siendo contemplado.
Nota final: 4,47. Suspenso.
Esa cifra sigue marcada en mi memoria a fuego todavía muchos años después, justo detrás de un cuchuflín y de las extraordinarias cotufas de una compañera de clase. Mira, ahí va uno de los calcetines que se tragó la lavadora. ¡Hola Stephen Hawkings!
Más allá de la física cuántica, la combinación de estados “aprobado” y “no aprobado” colapsó finalmente en este último e, igualmente colapsé mi estado interno al ver la nota. Recordé las horas de estudio. Recordé los rodetes y su puta madre, los diámetros de tubería, las integrales triples y los saltos mortales desde el trapecio. Recordé la transformada de Fourier. Recordé la cara de los profesores e imaginé a las madres que los habían parido. Me sentí harto, completamente. Después me fui a casa.
¿Qué haría a continuación? Sencillamente, dejé de pensar en ello. Cada vez que ponía mi mente en eso sentía una abrumadora invasión de sensaciones desagradables, y en ese momento descubrí que, si pensaba en otra cosa, la primera cosa mejoraba. Entonces todavía ignoraba que la primera cosa era yo.
Seguí haciendo mis rutinas cotidianas. Me puse un juego de coches en el ordenador. Quedé con mis amigos. Hice vida familiar. Hice algunas cosas que había querido hacer en lugar de aprender a calcular bombas de agua y diámetros de tubería durante 10 horas al día. ¿Qué carajo me importaba a mí aquello?
Quince días después me llamó un amigo de la la universidad para decirme que había salido una nueva versión de las notas de Máquinas Hidráulicas tras las revisiones y que estaba aprobado. Me lo dijo así, en frío. Podía haberme enviado tres mensajes al móvil y empezar por “El gato salió de la caja y se metió en el departamento de hidráulica a revisar los exámenes” pero no, me lo dijo así, a bocajarro.
¡¿Qué?! ¡¿Aprobado?! ¡¿Cómo era posible?!
Como en la ruleta de la fortuna, cuando el señalador cae en la casilla en que el concursante lo pierde todo y, de repente, en el último momento y contra todo pronóstico, la rueda gira un poco más, el señalador se estira y se dobla, desliza sobre la superficie un poco más y… ¡zas!… acaba en el jackpot: había aprobado máquinas hidráulicas. Mi amigo me dijo que probablemente habían aprobado muy pocas personas y habían bajado el listón para aprobar por encima de 4,4 o algo así. A mí me daba igual la técnica; me importaba el resultado. Me daba igual si el puente era de madera, de plástico o de hormigón: lo importante era que se sostuviera.
El estado cambió una vez más y, por fin, colapsó aprobándome el último examen de la carrera. Había terminado. The end. Finito. Podía salir de allí y dejar, de una vez por todas, esa parte de mi vida detrás de mí.
¿Qué hacer a continuación?