En la Vida, los caminos más difíciles son:
El camino del hacer al SER.
Desde que empieza nuestra educación estamos programados para hacer. Recibimos cientos de instrucciones del tipo “haz esto, haz lo otro”. Se nos valora y se nos recompensa por lo que hacemos bien, se nos castiga por lo que hacemos mal. En los momentos en los que nuestra seguridad depende de la mirada del adulto se nos transmite que la mejor manera para ser mirados es, sin duda, hacer algo.
Así, vamos perdiendo la conexión con nuestro Ser, con nuestra esencia, con la sabiduría y la información que proviene de lo más profundo de nosotros. Nos dedicamos a tratar de satisfacer esas expectativas que ya ni siquiera vienen de fuera porque ahora es nuestra propia mente la que nos la exige para sentirnos seguros. Y cuando hablamos de volver al Ser la pregunta más frecuente es “¿Cómo se
hace eso de dejar de hacer para ser?”
El camino de saber a AMAR.
El psicoanálisis nos ha transmitido que lo importante es hacer “consciente lo inconsciente”. Y realmente ese es un paso importante, muchas de las cosas que nos dominan son miedos, necesidades y carencias que tenemos a nivel inconsciente. Ser conscientes, saber que ocurre, es un gran primer paso. Pero mucho más importante es amar aquello que es. Si sé lo que me pasa pero en vez de amarlo lo rechazo o lo agredo no conseguiré trascenderlo y seguirá dominando mi vida. Solo que ahora, además, estaré acompañado por la culpa, por saber pero no poder hacer lo que hay que hacer para cambiarlo. No hay que hacer, hay que Ser y lo que predomina en el Ser es el Amor
El camino del juicio a la COMPASIÓN.
De lo anterior se desprende que somos más hábiles juzgando(nos) que sintiendo Amor. La comprensión mezclada con amor nos da la compasión, es el entendimiento profundo de los porqués de nuestra conducta. Es entender que a veces no hacemos lo que deseamos sino lo que nuestro miedo, nuestro hábito o nuestro aprendizaje limitado nos dicta. La compasión es ponerte con pasión al lado del otro o de ti mismo al comprender que todos tratamos de hacer lo mejor que podemos, aunque esto, muchas veces, quede lejos del objetivo. Juzgar es fácil, la compasión requiere de mucha valentía y mucha generosidad.
El camino de castigar a CUIDAR.
En la misma línea que lo anterior, todos hemos aprendido hasta lo más profundo de nosotros que tras el juicio viene la culpa-castigo-redención. Así que para permanecer merecedores de amor tendemos a castigarnos a nosotros mismos cada vez que juzgamos que hemos hecho algo mal. E igual que nos juzgamos a nosotros mismos lo hacemos con los demás. Lo difícil es cambiar el castigo por cuidado. Si hemos hecho algo mal es porque no hemos podido hacerlo mejor, el castigo nos pone a la defensiva y nos contrae cuando lo que necesitamos es abrirnos para aprender una forma más elevada de actuar, pensar o sentir. De nuevo, necesitamos rodearnos de amor, de cuidado, de cariño que, si recordamos era una de las importantes
3 c’s del cambio.
El camino de deber a DESEAR.
En nuestra esclavitud por hacer vivimos rodeados de “tengo que” y de “debo” o “debería”. En realidad no tenemos que hacer nada, ni debemos nada. Ya tienes todo y los demás ya tienen todo, así que ni debes ni te deben. La vida nos ofrece multiples posibilidades entre las que elegir, cuando tenemos claro lo que deseamos podemos
tomar las decisiones que nos lleven a ello. Así que la vida en libertad es una vida rodeada de deseos, siendo conscientes del equilibrio del universo y responsables de cada elección, que tiene sus consecuencias, positivas y negativas.
El otro día me llegaba por Facebook el siguiente mensaje:
El camino de quejarse a AGRADECER.
El camino hacia la libertad y la felicidad pasa por el agradecimiento. Nuestra mente es experta en detectar aquello que, aparentemente, nos falta. Y cuanto más detecta lo que falta más miedo tiene y más atenta está a aquello que le atemoriza, es un círculo vicioso sin fin que nos hace sentir permanentemente en peligro y carenciados. Darnos cuenta de que no falta nada, de que cada vez que perdemos algo estamos ganando algo de la misma intensidad, que cuando alguien nos quita otra persona (o nosotros mismos) nos estamos dando nos hace comprender que profundamente todo esta bien. Cada evento difícil de nuestra vida nos ha proporcionado aprendizajes, crecimientos y evoluciones que nos han traído a lo que somos hoy. Sin aquello no habría esto y no se si alguien se atreve a cambiar algo en el pasado siendo consciente de todas las consecuencias que traería al presente.
Estar conectados con nuestro Ser nos lleva agradecer que formamos parte de este milagro que es la vida. Agradecer que estando vivos podemos tomar las decisiones que nos acerquen a lo que deseamos. Podemos elegir amar, conectar con nuestra compasión, cuidar, desear, Ser… y de nuevo agradecer.
No es el camino más fácil pero… ¿merece la pena el esfuerzo?