PSICOLAX

"Cuando sabes verdaderamente quien eres, vives en una vibrante y permanente sensación de paz. Puedes llamarla alegría, porque la alegría es eso: una paz vibrante de vida."

Eckhart Tolle

Friday, January 8, 2016

De la incompetencia a la excelencia


La Programación Neuro-Lingüística (PNL) nació del interés de sus creadores por estudiar, analizar y modelar el comportamiento de varios terapeutas que, consistentemente, lograban excelentes y sorprendentes cambios en sus clientes. El modelado permite descomponer un proceso en sus partes mínimas y reproducirlo, de manera que después puede ser enseñado a otros. La PNL, entre otras cosas, es considerada como el estudio de la excelencia. Es decir, cuando alguien hace algo excelentemente, responde a la pregunta: ¿cómo lo hace?
Cada aprendizaje comienza en la incompetencia y finaliza en la excelencia, cuando quien realiza el aprendizaje ha integrado las diferentes partes del proceso en su inconsciente y ya ni siquiera sabe cómo hace lo que hace excelentemente. Realiza la tarea ya inconscientemente, alcanzando la etapa de competencia inconsciente. Esto es aplicable a cualquier aprendizaje, ya sea aprender a conducir, a leer, a escribir, a montar en bicicleta o a desarrollar un trabajo dentro de un contexto profesional. Mi propósito con este artículo es ilustrar este proceso, que dividiré en tres fases, a través de mi propia historia profesional.
Hace unos años entré a trabajar como consultor en una multinacional alemana de la automoción. Concretamente estaba en la división de motores diesel, en el departamento de par motor. Mi trabajo consistía en desarrollar funciones para este departamente. Para ello utilizaba una variante de Simulink, el software de Matlab, que permite manejar variables de una manera lógica mediante la creación de diagramas de bloques. Yo tomaba las señales y hacía operaciones simbólicas con ellas. Las sumaba, las restaba, las multiplicaba y dividía, y algunas cosas más, de una manera gráfica. Luego iba al coche y comprobaba que éste se comportaba como yo quería.
Trabajaba con el sistema de par motor, que a su vez se comunicaba con otros sistemas, como el de inyección o el de protección del motor. Trabajaba con un sistema dentro de un sistema más grande, y a su vez el sistema de par motor se dividía en sistemas más pequeños, como la interacción con la caja de cambios o el control de tracción. Las señales salían de unos lugares y entraban en otros, de manera que el sistema del que me ocupaba recibía señales de otras partes, las procesaba y devolvía los resultados a otras partes, tanto dentro como fuera del sistema. En cierto modo, un sistema humano hace esto, así que lo que allí aprendí, aunque en un principio pensé que no me sería útil para lo que hago ahora, sí puede ser aplicado a lo que hago. Es curioso como diferentes aprendizajes en diferentes áreas pueden apoyarse y enriquecerse entre sí, pero no es de eso de lo que quiero hablar ahora.
Cuando empecé, lo cierto es que era una carga para mis compañeros. Ellos y ellas debían enseñarme las diferentes partes del sistema, e incluso los primeros días tenía dificultades para encontrar los programas que debía utilizar. Ignoraba las convenciones de trabajo que habían establecido, y desde luego desconocía el sistema en el que tendría que trabajar. Aunque contaba con conocimientos teóricos para hacer la tarea que me habían asignado, ignoraba muchas otras cosas, desde los procedimientos del departamento hasta las herramientas a emplear. Me encontraba en un estado de completa incompetencia.
Tuve que aprender desde el principio, tomando pequeños elementos y uniéndolos entre sí en la base, para crear nuevos patrones de comportamiento a base de repetición. Así, poco a poco, fui progresando. Aproximadamente seis meses después, empecé a considerarme competente.
Este es a menudo el momento en el que las empresas se deshacen de los consultores, a los que contratan durante sólo un periodo de tiempo. Esta práctica me parece estúpida. Contratas a un incompetente y, después de que otros empleados lo formen pacientemente durante meses, cuando ha alcanzado la competencia, prescindes de él. Pienso que esta es una mala práctica, pero a menudo muchas empresas funcionan así.
Afortunadamente para mí, la multinacional siguió contando con mis servicios tras este periodo, así que tuve la oportunidad de seguir aprendiendo. Por entonces me consideraba competente. Sabía dónde estaban los programas, sabía cómo utilizarlos con eficacia, conocía los procedimientos y podía seguirlos fácilmente. Conocía las diferentes partes del sistema y podía resolver la mayor parte de los retos que mi trabajo me presentaba. Trabajaba con independencia e incluso podía enseñar a otros. Definitivamente había alcanzado la competencia. Mis tareas me resultaban fáciles y asequibles, y me alegraba cuando encontraba algo que no sabía resolver y podía aprender algo nuevo, lo cual todavía sucedía a menudo.
Pasaron más de dos años. Conocía las partes del sistema de par motor al dedillo. Las había visto cientos de veces. Muchas de las partes incluso las había diseñado yo, lo cual hacía mi trabajo mucho más fácil todavía. A la vez conocía muchas otras partes de otros sistemas que quedaban fuera de mi ámbito de responsabilidad; había trabajado con ellas las suficientes veces como para incluso poder detectar errores que otros habían cometido. Si el sistema de par motor era un mapa del país, yo conocía cada población y cada carretera, y sabía cómo llegar de un lugar a otro incluso por varios caminos diferentes.
Pero yo ya no me daba cuenta de eso. Lo hacía todo inconscientemente y con facilidad. Era algo natural para mí.
La prueba de mi excelencia me llegó en una de las últimas semanas en las que estuve en la empresa. Había decidido ya dejar de trabajar como ingeniero para aprender sobre los seres humanos, un interés todavía más profundo y anterior y que, algo en mi interior, necesitaba satisfacer urgentemente. Para mí, continuar haciendo lo mismo había dejado de tener sentido. Seguir por ese camino era estúpido para mí. Cada día que pasaba allí era un día que quitaba a algo que me interesaba más. Todavía no sabía exactamente lo que era, pero sabía que pronto comenzaría a caminar en otra dirección, en una dirección más significativa y profunda para mí.
Me llamaron del sistema de integración. Había un equipo que se dedicaba a poner todas las partes juntas y a probar que funcionaban consistente y congruentemente. Cuando acudí, el jefe del equipo me explicó que tenían un banco de pruebas con ocho motores funcionando día y noche durante semanas, y que habían notado algo que no sabían explicar. Varios de los motores, sin razón aparente, se revolucionaban por encima del punto de revoluciones que habían establecido para las pruebas, y no sabían qué estaba pasando, así que estaban preguntando a los responsables de las diferentes áreas en busca de una explicación y de una solución que la siguiera.
Allí, de pie, junto a mi compañero, tras escuchar la descripción que me hizo, entré en un trance profundo. Mi inconsciente empezó a recorrer todas las funciones de las que era responsable, y después comenzó a recorrer también aquellas que quedaban fuera de mi competencia. Cientos de páginas de documentación pasaron por mi mente de una manera sistemática y estructurada. En apenas un momento, tuve un “flash”. Todo encajó. Me giré y le pregunté:
—Los motores que se revolucionan más de lo esperado… ¿son los del centro del grupo?
Él lo pensó durante un momento y dijo:
—Pues sí, ahora que lo dices, sí. No me había dado cuenta de eso…
Nota cómo me sentí cuando me confirmó lo que había pensado. Estaba resolviendo un problema sutil y complejo en un momento, y para ello estaba utilizando todo lo que sabía, todo lo que durante tres años había aprendido allí. Estaba resolviendo en un instante un problema que nadie más había conseguido resolver. Sentí una profunda satisfacción. Y, por si fuera poco, todo eso en alemán    :-)
—Los motores que están en el centro se calientan más que los otros porque están recibiendo el calor de los motores que los rodean. Esto hace que suba su temperatura —dije abriendo el libro de especificaciones que recogía los miles de funciones que componen cada versión del software—. Eso hace que aumente el valor de esta variable, que alimenta este mapa de calibración que relaciona la temperatura con otros factores. Como puedes ver, si aumenta la temperatura, la salida de este campo aumenta de valor, y al alimentar esta salida este otro mapa de calibración, afecta el set-point que se envía después al sistema de inyección, haciendo que este aumento incremente a su vez el número de revoluciones del motor. Tan sólo hay que hacer unas pequeñas modificaciones en uno de los mapas de calibración, este en concreto y de esta manera, para que la temperatura deje de afectar al número de vueltas por minuto del motor en ese rango de funcionamiento.
Fui tan claro y tan preciso en mis explicaciones que incluso me sorprendí a mi mismo. Sencillamente, no sabía que sabía tanto, y tuve una maravillosa oportunidad para demostrármelo. Que luego se corriera la voz de que yo había resuelto el entuerto, eso fue secundario   ;-)
Cualquier aprendizaje comienza con la incompetencia total. Es la práctica la que, a través de la repetición, conduce a la competencia y, más tarde, a la excelencia. Es por esto que los expertos en cualquier área son muy cotizados, porque saben lo que están haciendo hasta el punto en que ni siquiera saben que lo están haciendo.
Hace poco escuché un diálogo de una admiradora con un maestro de la guitarra. La mujer le decía:
—Maestro, daría mi vida por tocar la guitarra como usted lo hace.
A lo que él respondió:
—Eso es, ni más ni menos, señora, lo que yo he hecho.
Así que ya sabes, la paciencia, la disciplina, el compromiso y la repetición serán lo que te conduzcan a la excelencia en lo que sea que haces. Pero, especialmente, asegúrate de que cuentas con maneras de disfrutar del proceso.
¡Feliz excelencia!   :-)

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